lunes, 25 de julio de 2011

Sayak Valencia



















Sayak Valencia, Doctora Europea en Filosofía, Teoría y Crítica Feminista por la Universidad Complutense de Madrid y autora de libros como Jueves Fausto o El reverso exacto del texto, habla del concepto de Capitalismo Gore", de la vinculación de éste con la violencia como herramienta de "necroempoderamiento" y del papel que puede jugar el transfeminismo en relación a estos fenómenos.
La noción de Capitalismo Gore hace referencia al "derramamiento de sangre explícito e injustificado" que está provocando la expansión a nivel global de la lógica hiperconsumista. Una expansión que hace que ciertos sectores de la población (sobre todo, del tercer mundo) hayan encontrado en el uso de la violencia extrema una "herramienta de necroempoderamiento". "Lo llamo necroempoderamiento", explicó Sayak Valencia, "porque permite transformar contextos y/o situaciones de vulnerabilidad y/o subalternidad en posibilidades de acción y autopoder. Y todo ello a través de prácticas violentas que son rentabilizables dentro de las dinámicas de la economía capitalista".
El fenómeno del Capitalismo Gore -que se da de forma más visible en los territorios fronterizos (siendo México uno de sus escenarios más emblemáticos) - se puede describir como la "cara b" de los procesos de globalización neoliberal, ya que muestra sus consecuencias sin enmascaramientos. El Capitalismo Gore es, en palabras de Sayak Valencia, una manifestación "descontrolada y contradictoria del proyecto neoliberal". Un proyecto "heteropatriarcal y masculinista" que a la vez que genera profundas polarizaciones económicas (las diferencias entre los más ricos y las más pobres, son cada vez mayores), promueve un consumismo compulsivo (contando para ello con la colaboración necesaria de los medios de comunicación) que sólo un reducido porcentaje de la población del planeta se puede permitir. La aspiración, consciente o inconsciente, a formar parte de ese sector privilegiado de la población hace que surjan unas "subjetividades capitalísticas radicales" (a las que Sayak Valencia denomina "sujetos endriagos") que protagonizan un "agenciamiento perverso": utilizan la violencia para enriquecerse y ascender socialmente (para conseguir status).
"Los sujetos endriagos", explicó Valencia, "son individuos que, educados para cumplir con las exigencias de la masculinidad hegemónica, tratan de zafarse de la precariedad estructural a la que están condenados por haber nacido en el tercer mundo -o en las zonas más desfavorecidas del primero- a través de prácticas ultraviolentas (asesinatos, secuestros, torturas...) que generan una intensa actividad económica. Una actividad que aunque se sitúa en los márgenes de la economía legal es fundamental para el funcionamiento de ésta". Es decir, hacen del ejercicio de la violencia una fuente de ingresos y con ella consiguen, por un lado, reafirmar su masculinidad y, por otro, abandonar su condición de sujetos económicamente precarios y pasar a formar parte de los sectores privilegiados de la población que pueden satisfacer las exigencias hiperconsumistas.
A juicio de Sayak Valencia, la emergencia de estas subjetividades endriagas pone de manifiesto que en el capitalismo tardío, la vida ya no es importante en sí misma sino por su valor en el mercado como objeto de intercambio económico.
Una "transvalorización" que "lleva a que lo verdaderamente valioso hoy sea el poder de hacerse con la decisión de otorgar la muerte a los otros". De este modo, este nuevo necropoder -que se aplica desde esferas inesperadas para los detentadores oficiales del poder- puede verse como una especie de duplicidad deformada del capitalismo y, al mismo tiempo, como un fenómeno que refleja la incapacidad del proyecto neoliberal de generar, en palabras de Mary Pratt, "pertenencia, colectividad y un sentido creíble de futuro".
Y en este contexto de precarización económica y existencial extrema, ¿qué podemos hacer quienes no queremos participar ni de la ética neoliberal ni de su reverso perverso que se expresa a través de un necroempoderamiento que arrasa con todo lo que se encuentra a su paso? ¿En qué medida puede el transfeminismo ayudar a crear agenciamientos que se articulen en torno a la vida y que no reproduzcan la lógica consumista que convierte a los cuerpos y a las subjetividades en meras mercancías?
Según Sayak Valencia, no hay respuestas fáciles a estas preguntas ("la lógica capitalista está imbricada en todo lo que hacemos y no podemos salirnos de ella sin más"), pero de lo que sí está segura es de que hay que hablar abiertamente del cuerpo y de la violencia ejercida contra él, tomar conciencia de que su dolor es real y de que la utilización mediática de dicho dolor es también una forma de explotarlo. "Necesitamos librar al cuerpo de los discursos falologocéntricos que lo espectralizan", señaló, "mostrarlo en toda su contundencia e importancia. Si logramos reontologizarlo, podremos re-semantizar el peso de la muerte en el entramado capitalista, patriarcalista y Gore". Para ello hay que ser capaces de hacer que el dolor del Otrx provoque un estremecimiento en todos los cuerpos (es decir, que se sienta como un dolor propio) y denunciar que los medios de comunicación banalizan, naturalizan e incluso legitiman la violencia al transformarla en un objeto de consumo con el que obtienen grandes beneficios.
Visibilizar la violencia -explícita e implícita- que en la actualidad se ejerce contra los cuerpos constituye, por tanto, un "reto apremiante". Y esta operación de visibilización se puede y debe hacer desde una perspectiva transfeminista que, entre otras cosas, desenmascare la base patriarcal del Capitalismo Gore. Hay que tener en cuenta que no hablar del papel de la violencia que destruye la vida nos convierte, de algún modo, en cómplices indirectos de esa destrucción.
En cualquier caso, Sayak Valencia considera que nuestro discurso de re-afirmación de la vida debe evitar caer en una lógica teológica ("una lógica que, no lo olvidemos, niega el derecho de los sujetos a decidir cómo gestionan sus propios cuerpos"). No se trata de defender la vida como abstracción, sino de enunciar que no nos resignamos a la espectralización del cuerpo, a su negación y eliminación sangrienta, a la conversión de nuestra existencia en mercancía de intercambio..., en definitiva, que reclamamos nuestro derecho a "tener acceso a las tecnologías de producción de la subjetividad para redefinir el horizonte democrático".
Hay que colocar el cuerpo en el centro mismo de la discusión del Capitalismo Gore, siendo conscientes de que, como plantea Judith Butler, "nos construimos políticamente a partir de la vulnerabilidad social de nuestros cuerpos" (concebidos como "vehículos y vínculos de socialización", como "enclaves últimos y primigenios que todos compartimos").
Según Sayak Valencia, pensar en la vulnerabilidad del cuerpo nos ayuda a resituarnos en el papel de agentes, a no conformarnos con mantener una actitud pasiva ante la violencia y la mercantilización de la vida. No podemos olvidar que el cuerpo es lo único irreductible, "puesto que es el lugar en donde, en última instancia, se registran todas las formas de represión y de poder, pero también de agencia". "Sólo si logramos re-ontologizar el cuerpo en su importancia", advirtió, "podremos construir subjetividades de resistencia no distópica que puedan brindar una vía alterna que no esté emparentada ni con el capitalismo hegemónico y conservador, ni con la resistencia distópica que plantean las subjetividades endriagas del Capitalismo Gore".
A modo de resumen, en la fase final de su intervención Sayak Valencia leyó un documento en el que sintetiza en trece puntos sus ideas sobre el Capitalismo Gore y sobre la posibilidad de enfrentarnos a él desde una ética transfeminista.
En este documento se señala, por ejemplo, que el ejercicio de la violencia (física, simbólica y mediática) es una trasversal que vertebra la forma de entender el mundo contemporáneo, creando un mercado al alza que genera sustanciosas plusvalías; o que, dada la precarización económica-existencial y la irrupción de las lógicas del Capitalismo Gore que hacen de la violencia una forma de necroempoderamiento, existe la posibilidad de que el Primer Mundo se tercermundice. A su vez, se plantea la necesidad de investigar el Capitalismo Gore desde una óptica interdisciplinar (no desde una perspectiva moral) y de generar un proceso de reflexión que sea capaz de re-ontologizar los cuerpos y sus vulnerabilidades.
En los últimos puntos de este documento, Sayak Valencia asegura que el transfeminismo nos puede ayudar a trazar resistencias no distópicas, pues los movimientos de disidencias sexuales y los devenires minoritarios han demostrado históricamente su capacidad de crear sujetos políticos que se desvinculan de la violencia (al no concebirse ni como víctimas ni como verdugos). "Si el Capitalismo Gore como resultado de la globalización neoliberal nos desvela las distopías del sistema económico", concluye Valencia, "el transfeminismo nos muestra que los sujetos que basan su condición existencial en la reinvención de sus agenciamientos a través de la crítica y las des-inscripciones de las construcciones binarias de género, pueden crear disidencias que permitan transformar la distopía Gore de manera micropolítica".




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