lunes, 4 de julio de 2011

Todas nacemos mujer


Las mujeres poseen la pareja de cromosomas XX, mientras que los hombres poseen la pareja XY.
Cuando la meiosis separa los pares de cromosomas para crear los gametos que poseen un solo conjunto cromosómico, los óvulos siempre son portadores de un cromosoma X, mientras que los espermatozoides pueden ser portadores de un cromosoma X o de un cromosoma Y.
El espermatozoide que porta un cromosoma X da lugar a un gameto femenino cuando se une a un óvulo; sin embargo, el espermatozoide portador de un cromosoma Y da lugar a un gameto masculino. Durante las 6 primeras semanas de gestación, los embriones masculinos y femeninos se desarrollan de forma idéntica.
De hecho, lo seguirían haciendo -y con ello darían lugar a recién nacidos con fenotipo fenenimo- si no fuera por el efecto de un gen localizado en el cromosoma Y. El cromosoma X extra de la mujer no envía ninguna señal adicional que haga que el gameto adquiera el sexo femenino. Todos tendríamos un fenotipo femenino si no fuera por la intervención de un gen denominado SRY.

El gen SRY fue descubierto en 1990 por Robin Lovell-Badge y Peter Goodfellow, y su denominación hace referencia a la región de determinación sexual Y (sex-determining region Y). Las personas que poseen una copia activa de este gen desarrollan pene, testículos y barba, mientras que las que carecen de éste desarrollan vagina, útero y mamas.
Si este gen no se pone en marcha a las siete semanas del embarazo, el cuerpo se sigue desarrollando por omisión a través de la línea femenina. Si el gen SRY de un embrión XY presentara una mutación y no fuera funcionante, u otros problemas genéticos hicieran que las células periféricas de los tejidos fueran insensibles a las hormonas masculinas que elaboran las gónadas a consecuencia del efecto de este gen, el embrión se desarrollaría a través de la lína femenina (aunque sería infertil).
En algunos casos, el gen SRY se puede localizar en un cromosoma X debido a una mutación denominada translocación. Cuando ocurre esta eventualidad, los individuos XX se convierten en personas de sexo masculino.
El gen SRY actúa como un “interruptor” cuyo encendido da lugar a la masculinidad. A las cinco semanas de embarazo, todos los embriones comienzan a desarrollar gónadas sin diferenciación sexual que se pueden convertir potencialmente en testículos o en ovarios.
Al cabo de dos semanas más, el “interruptor” SRY se enciende o se queda como está. Una vez activado, indica a las gónadas que se conviertan en testículos; si está ausente, apagado o silente, las gónadas se transforman en ovarios.
A las ocho semanas, los testículos recién formados comienzan a producir hormonas masculinas, los andrógenos, que inducen a la masculinización del cuerpo. Los conjuntos de células que en caso contrario se habrían transformado en el clítoris y los labios vulvares forman el pene y el escroto, y los órganos sexuales quedan conectados entre sí a través de una serie de conductos que se atrofian en los embriones de sexo femenino. El gen SRY hace que el embrión se convierta en un hombre.
El gen SRY también desempeña una función en los comportamientos más habituales entre los portadores de un cromosoma Y, como la asunción de riesgos y la agresividad. Ninguna de estas conductas está programada directamente por el gen SRY, aunque algunos de los casi 85 genes restantes del cromosoma Y humano se podrían asociar a rasgos frecuentes en los hombres.
No obstante, todos estos genes quedan bajo la influencia del potente gen SRY; la producción de andrógenos que desencadena da lugar a la masculinización de la mente y el cuerpo. Al menos en parte, este efecto genético indirecto es posiblemente tan responsable de los rasgos típicos de la personalidad masculina como lo son la cultura y el aprendizaje.

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