lunes, 14 de febrero de 2011

Karl Rahner, S.J


Muchos se preguntarán cómo un hombre moderno
puede permanecer o llegar a ser un Jesuita. La respuesta a
tál pregunta únicamente puede ser la respuesta personal de
cada uno de los Jesuitas. Quisiera darles mi propia respuesta
a esta pregunta con toda la simplicidad posible aunque
puede sonar algo piadosa.
Todavia puedo ver a mi alrededor, viviendo en muchos
de mis compañeros, lo presto a servicios desinter-esados.
Todavía veo alrededor de mí, viviendo en muchos de mis
compañeros la disposición de servir desinter-esadamente y
llevada a cabo en silencio, listos a la oración, por el abandono
a la incomprensibilidad de Dios, por la calma con que
aceptan la muerte en la forma que ésta venga, por su total
dedicación de seguir a Cristo Crucificado.
Y para mí, en el análisis final, no es cuestión de qué
crédito en la historia de la cultura o de la Iglesia va a una
línea de hombres con un espìritu como èse, tampoco significa
nada para mí si un espìritu similar es encontrado en otros
grupos con o sin nombre.
El hecho es que el espíritu existe aquì, Pienso en los hermanos
que he conocido – en mi amigo Alfred Delp quien
encadenado de manos firmo su declaraciòn final de membresía
en la Compañía; o en quién en una aldea en la India
que es el desconocido a los intelectuales de los Indiues ayuda
a la gente pobre a cavar sus paredes.u otros quienes en el
confesionario escuchan el dolor y tormento de personas
communes y corrientes, los cuales son más complicados de
lo que aparentan ser a simple vista. Pienso en alguien en
Barcelona que ha sido golpeado por la policía junto con sus
estudiantes sin la satisfacción realmente de ser un revolucionario
y de saborear su Gloria, o en quien ayuda diariamente
en un hospital al lado de la cama de un moribundo
hasta ese aconte-cimiento único se convierte para él en una
rutina aburrida o el de quien en prisión debe de proclamar
una y otra vez el mensaje del Evangelio sin nunca tener un
toque de agradecimiento, quien es más apreciado por pasar
ciga-rillos que por las palabras de Buenas Nuevas que les
trae; de aquel quién con dificultad y sin ninguna evidencia
clara del éxito anda con paso pesado lejos en la tarea de despertar
en apenas algunos hombres y mujeres una chispa
pequeña de la fe, de la esperanza, y de la caridad.


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