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El dios de los guaraníes es un ser espiritual y es espíritu puro, sin forma, sólo perceptible por sus atributos, que anima e impregna todo el universo. La concepción espiritual que los guaraníes tenían de su dios hacía que no tuvieran ninguna figura o imágenes para representarla, no fueron idólatras como los otros pueblos nativos que generalmente representaban a su dios en grotescas figuras.
El dios guaraní es espíritu, no asume forma alguna (sin embargo los guaraníes consideran el trueno, el relámpago o el rayo como las manifestaciones visibles de su dios).
El dios guaraní es la fuente del bien y del mal. Hace el bien tanto como el mal o mejor permite que ambas cosas sucedan. Así como el bien es necesario, también el mal es necesario o tiene su razón de ser entre los guaraníes.
El dios guaraní es inexorable, nada desvía sus designios, su voluntad no se cambia resultando ineficaz toda compenetración. No existe plegaria o ruego al dios guaraní, el guaraní no intenta pedir nada a dios, porque es inútil, no es como en la concepción cristiana donde se trata con un Dios misericordioso. Los guaraníes no oran.
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