Nuestro modelo económico tiene más en cuenta las preferencias de los que pueden comprar que las verdaderas necesidades de los que están excluidos. Además, muchas veces se consume no para satisfacer nuestras necesidades básicas, sino para imitar a nuestros vecinos, compañeros, a las clases altas... Parece que confundimos el consumir más con el ser más felices, mejores personas. Parece que ya no sabemos divertirnos sin necesidad de consumir.
En el consumo influye mucho la avalancha publicitaria. El gasto publicitario ha aumentado un 700% en los últimos cuarenta años. Seguramente si la sociedad se esforzara en satisfacer las necesidades básicas de los más pobres una mínima parte de la ingeniosidad y los recursos que destinamos a animar y a crear deseos de comprar a los que tienen dinero, no tardaríamos mucho en erradicar la pobreza.
Las cifras del consumo no hacen sino crecer. Cada vez se consume más, pero el problema viene porque ese consumo está terriblemente mal distribuido. Por ejemplo, el 20% más rico de la población consume el 45% de la carne total, mientras que el 20% más pobre no alcanza el 5% del consumo de carne (¡y no es porque son vegetarianos!).
Mientras el consumo no deja de aumentar, más de mil millones de personas no pueden cubrir sus necesidades básicas. "Las necesidades de los pobres tienen prioridad sobre los deseos y caprichos de los ricos" dice una conocida frase, sin embargo, parece que en la realidad es justo al contrario. Nos encontramos, pues, ante una gran contradicción: sube el consumo, pero no llega a todos/as.
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