La filosofía del Tao considera al hombre como parte de la naturaleza, en lugar de verlo como quien la domina. Hay varios cuadros chinos que tienen el mismo título: Poeta bebiendo a la luz de la luna. Al observar cualquiera de ellos, lo primero que vemos es un enorme paisaje. Sólo después de una cierta búsqueda, casi con lupa, descubrimos finalmente al poeta, que en una esquina del cuadro y bastante alejado, está bebiendo una copa de vino. Si este tema del Poeta bebiendo a la luz de la luna fuera ejecutado por un pintor occidental, el poeta sería la figura central, dominaría todo el cuadro, y el paisaje sería un simple fondo. Por supuesto, hay pintores chinos especializados en retratos de familia, que realizan cuadros muy formales, con los ancestros sentados en una especie de trono. Pero los pintores inspirados en el taoísmo y el zen consideran siempre al hombre como una parte integral de la naturaleza, como todo lo demás: ríos, montañas, árboles, flores y pájaros. Ningún ser sobrenatural ha ordenado allí al hombre que domine la naturaleza. Los taoístas consideran que la naturaleza se autorregula y se autogobierna de un modo total. Todo forma una unidad, y esa unidad es el Tao.
Cuando en taoísmo se habla de seguir el curso de la naturaleza, de seguir la vía, ello significa no hacer las cosas a "contrapelo". No quiere decir que no haya que cortar leña, sino que al cortarla se haga según las fibras de la madera, pues de este modo resulta mucho más fácil. En nuestras relaciones con otras personas, seguir las líneas en las que congeniamos. Este es el gran principio fundamental llamado wu wei o "sin esfuerzo". Con frecuencia suelen traducir Wu wei como "no hacer", "no actuar" o "no interferir", pero a mí me parece que "sin esfuerzo" es más exacto. Si forzamos la llave cuando se atasca romperemos la cerradura o doblaremos la llave. Por ello es mejor probar suavemente, hasta que dé la vuelta. Wu wei significa actuar de acuerdo con el patrón existente. Si seguimos el principio de wu wei nunca impondremos ningún tipo de fuerza extraña sobre ninguna situación particular, pues dicha fuerza, por su propia naturaleza, no concuerda con esa situación. Por ejemplo, la situación de quienes viven en los barrios bajos es deplorable. Sus viviendas, sobre todo, no son adecuadas. Sin embargo si destruyéramos de golpe sus pobres chabolas y construyéramos en su lugar un gran edificio de apartamentos para alojar en él a estas personas, no solucionaríamos el problema, más bien crearíamos un caos. Pues las chabolas, con todas sus carencias, poseen una ecología propia y en ellas se da un complejo sistema de relaciones que las convierte en una unidad, aunque no siempre bien avenida. Por ello, antes de alterar esa situación es necesario sensibilizarnos con ella y conocer todas las relaciones que contiene.
Es muy importante ser consciente de la interdependencia de todas y cada una de las diferentes formas de vida. Todas las interrelaciones que se dan en la naturaleza, ya sean éstas amigables como entre las abejas y las flores, o conflictivas, como entre los pájaros y los gusanos, en realidad son siempre formas de cooperación. Cuando realmente comprendemos esto y somos capaces de "actuar sin forzar", nuestra vida es espontánea, natural, no forzada ni tampoco innecesariamente vergonzosa.
Otra palabra importante, aunque más usada en el neo‑confucianismo y el budismo que en taoísmo es li. Originalmente li eran las marcas del jade y las fibras de la madera y de los músculos. Hoy la mayoría de los diccionarios la definen como "razón" o "principio", pero ésta no es una traducción muy buena. Joseph Needham sugiere que su significado correcto es "patrón orgánico", y yo estoy totalmente de acuerdo. Se considera que las marcas del jade son lo que le da su belleza. Si miran al agua allá abajo, verán los patrones que forman las olas al romperse. Si los miran atentamente verán que nunca cometen ningún error estético. No son simétricos y son difíciles de describir, pero son muy hermosos. Todas estas cosas muestran li. Todas tienen una forma que es irregular pero extraordinariamente ordenada. El patrón del agua y su espuma, el patrón mineral del jade y el vegetal de la madera son todos extraordinariamente ordenados, sin embargo no es un orden evidente. No es un orden que se pueda reproducir exactamente. Sabemos que es un orden y que es algo totalmente diferente de un desbarajuste desordenado, pero no hay modo de poderlo definir por completo.
Para ser capaz de pintar de ese modo, o de vivir de ese modo o de administrar justicia de ese modo, es necesario poseer ese orden en uno mismo, de un modo innato. Es necesario poseer un sentido esencial del li, pero no hay forma de enseñar esto a otros. Ello origina una gran dificultad para los maestros, pues en todas nuestras modernas escuelas y universidades se trata de enseñar creatividad. El problema es que cuando se halla un método apropiado para enseñar la creatividad, y todo el mundo es capaz de aplicarlo, ya no sirve, pues ha perdido todo interés. Lo misterioso –esa oscura e impenetrable profundidad de donde surgen todas las cosas gloriosas– es siempre un elemento esencial en toda acción creativa. Dice un poema: "Cuando el pájaro grita, la montaña se vuelve más misteriosa." Imagine que está usted en el valle de una montaña y que todo está en silencio. De pronto, en algún lugar una corneja lanza un chillido. Usted no sabe donde está el pájaro, pero su grito acentúa el silencio y crea un elemento de misterio.
Los mejores maestros son aquellos que enseñan sin forzar nada. Una vez estudié piano, aunque en la actualidad no sea ningún virtuoso pues nunca practico. El hecho es que durante cierto tiempo tuve un maestro extraordinario. Era un músico del nivel más elevado. El primer día de clase me dijo: "Veamos qué sabes hacer." Entonces yo toqué la sonata de Scarlatti, al terminar me dijo: "Te esfuerzas demasiado. Golpeas el piano y nunca se debe golpear un piano. Para tocar el piano todo lo que tienes que hacer es dejar caer tus manos sobre él, y para ello deben estar totalmente relajadas." Me hizo practicar un rato, sintiendo mis músculos para ver si estaban relajados o no, y luego me hizo dejar caer simplemente las manos sobre el teclado, sin importar las notas que pulsara. Me hizo ver que la energía de la mano al caer era más que suficiente para pulsar una tecla todo lo fuerte y todo lo suave que uno quisiera.
Pero volvamos al tema del pensar sobre el pensar. Algunas personas se apartan de la vida por permanecer demasiado en el mundo del intelecto. Terminan viviendo en un mundo de símbolos. En cierto modo los intelectuales están aislados de la vida, pendientes sólo de sus categorías y sus catálogos. Sin embargo ese mundo también es real y el pensar sobre el pensar puede vivirse de un modo tan fresco, tan directo y tan espontáneo como la vida sin pensamiento. Para vivir en el reino del pensar sobre el pensar con una espontaneidad total debemos de dejar de mirar al símbolo, al pensamiento, a la idea o al mundo como un bloqueo de la vida, como un medio para escapar de la vida. Para poder usar el símbolo de otra forma que un escape, debemos antes que nada saber que no nos podemos escapar, nadie puede huir de la cárcel de la vida.
Liberar la mente de los símbolos es exactamente el mismo proceso que romper la unión entre momentos sucesivos y la ilusión de un ser continuo que viaja de un momento a otro. Ese ser continuo es tan ilusorio como el movimiento de una ola en el agua, o la apariencia de un círculo sólido que se crea al mover un cigarrillo en la oscuridad. Lo ilusorio de un ser continuo está perfectamente expresado por el siguiente aforismo: "Nadie percibe nada y nadie experimenta nada, simplemente existe el ver y el experimentar." De hecho introducimos todas estas redundancias a través del lenguaje al hablar de ver visiones, oír sonidos y sentir sentimientos. No sentimos un sentimiento. El propio sentimiento contiene en sí mismo su sentir. Es muy simple: la vista no depende de quien ve ni de lo visto, unidos por algún proceso misterioso. Quien ve y lo visto, quien conoce y lo conocido, son lo que llamamos "términos". Términos significa finales, lo que en lenguaje matemático se llaman límites. Si tomamos un bastón, éste tiene dos extremos, que son los términos de dicho bastón. Los extremos del bastón no existen como dos puntos separados que por casualidad se encuentran al unirse al bastón. En realidad son dos puntos abstractos, puras imaginaciones de la geometría euclidiana. El bastón es la realidad.
Del mismo modo, en el fenómeno que llamamos experiencia, la realidad no es un encuentro del conocedor con lo conocido. La realidad es la experiencia, que podemos decir presenta dos aspectos, dos extremos: el conocedor y lo conocido, aunque esto sea tan sólo una figura verbal. En un sentido neurológico, todo lo que vemos es nosotros mismos. Aquello de lo que somos conscientes es un estado de nuestro sistema nervioso, y no existe ningún otro conocimiento. Ello no significa que nuestro sistema nervioso sea la única realidad existente, y que no hay nada aparte de él, pero sí significa que todo conocimiento es un conocimiento de nosotros mismos y que por ello, de algún modo misterioso, no somos diferentes del mundo exterior que conocemos. Una vez comprendido que lo que experimentamos y lo que somos son una misma cosa, vayamos un paso más allá y veamos que estamos en el mundo exterior que miramos. Al igual que yo estoy en su mundo exterior, ustedes están en el mío, pero yo estoy en el mismo mundo que ustedes. Mi interior no es separable del mundo exterior. Es algo que el llamado mundo exterior está haciendo, justo como está haciendo el árbol, el océano y todo lo que existe en el mundo exterior. ¿No es grandioso? Hemos sacado totalmente a la persona de la trampa, a esa que o bien domina al mundo o sufre a causa de él. Se ha esfumado, nunca existió y cuando esto ocurre, podemos jugar en la vida cualquier juego vital que más nos guste.
Podemos unir el pasado, el presente y el futuro y podemos representar cualquier papel, pero siempre sabremos que hemos visto la gran mentira social que acumula o posee experiencias, memorias temporales, visiones, sonidos u otras personas. Estamos siempre construyendo nuestro ser como poseedor de todo eso, pero solo si pensamos que también somos poseídos.
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