martes, 5 de abril de 2011

Dolor

El dolor es un acabado suplicio, el peor de todos los males;
y cuando es excesivo acaba con toda paciencia


Milton



Un paciente le pregunta al Dr. Jacinto Bátiz si le puede dar la eutanasia el Dr. Jacinto Bátiz le contesta a la gallega, es decir, con otra pregunta, para que quiere usted la eutanasia, el enfermo le contesta que para no tener que soportar el dolor, el Dr. Jacinto Bátiz le asegura que no pasara dolor.
Los enfermos terminales europeos sufren “dolor innecesario” según la OMS. En los trabajos recogidos por esta organización consta que entre los enfermos terminales de cáncer de algunos hospitales y residencias de mayores, más del 25% no había recibido ningún calmante en las últimas 24 horas. El control del dolor representa un reto alcanzable para todos los médicos y la sociedad. Para muchos enfermos el dolor es más angustioso que la propia muerte. En enfermos con enfermedad avanzada el dolor es el síntoma más frecuentemente asociado con la percepción del enfermo de “no encontrarse bien”. El dolor es el acompañante habitual del paciente en el trance de morir. Muchas personas insisten en afirmar que no temen a la muerte, pero les
aterroriza el proceso doloroso de la agonía. Familiares y amigos de moribundos coinciden en que es una horrible experiencia ver sufrir a un ser querido.
Desgraciadamente, el dolor suele ser compañero del final de la vida. Tratar y reflexionar sobre los aspectos éticos relacionados con la asistencia a los enfermos que sufren y se quejan de dolor en la fase terminal de una enfermedad cuando ya su dolor no ayuda al diagnóstico, sino que es molesto y que no le permite una muerte plácida y digna, nos ayudará a humanizar nuestra atención y a conseguir que el porcentaje de los enfermos que padecen dolor, y que no deseen padecerlo, seaproxime al 0%.
El tratamiento del dolor y la Medicina Paliativa se basan en el control de los síntomas (el dolor entre éstos) y en dar un soporte emocional correcto a los pacientes y a sus familias.
Ya en 1999 la American Academy of Pain Management y la American Pain Society, crearon un grupo de trabajo destinado a analizar las complicaciones bioéticas del tratamiento del dolor. Comprobaron que los dilemas éticos más frecuentes eran el tratamiento del dolor en la enfermedad terminal y la terapéutica analgésica inadecuada, especialmente en niños y ancianos.
Marijuan ha analizado las consecuencias del tratamiento inadecuado sobre los principios bioéticos tradicionales: no-maleficencia, justicia y autonomía. Según ella, el principio de no-maleficencia se encuentra vulnerado claramente cuando los pacientes no son aliviados existiendo medios para hacerlo, ya que este principio defiende no hacer daño, pero además hacer bien el trabajo que se tiene encomendado. El principio de justicia deja de respetarse por la imposibilidad de tratar
correctamente a todos los pacientes por razones tan azarosas como la existencia de una unidad de dolor a la que remitirles o la existencia de directrices analgésicas adecuadas en un centro determinado. La existencia de mitos o creencias erróneas en los pacientes, como los graves riesgos de utilizar la morfina, reducen su capacidad de decisión consciente y, por tanto, impiden ejercer su autonomía de forma adecuada.
El enfermo terminal tiene derecho a no experimentar dolor. Con los modernos analgésicos de que disponemos, nadie debería vivir ni morir con dolor. Nuestros profesionales médicos tienen el deber de hacer todo lo que esté en su mano para aliviar el dolor, pues el moribundo tiene derecho a librarse del dolor.
Si ya tenemos claro que el enfermo tiene derecho a recibir tratamiento contra el dolor y el profesional de la salud tiene el deber de procurárselo con eficacia, debiéramos continuar reflexionando lo siguiente:
1.- No debiéramos permitir que alguien sufriera dolor por ignorancia de cómo hacerlo, por temor a aliviarlo con la posología suficiente o por creencias erróneas.
2.- Sedaremos al enfermo con su consentimiento cuando el dolor sea refractario al tratamiento que estaba indicado.
3.- No se debiera formar a las nuevas generaciones de médicos en el tratamiento del dolor sólo desde el punto de vista estrictamente científico, no teniendo presente la dimensión cultural, social, psicológica, espiritual y humana. El médico deberá afrontar el “dolor total”.
4.- Las autoridades sanitarias o instituciones debieran facilitar el poder prescribir los
medicamentos necesarios para aliviar el dolor.
5.- La industria farmacéutica no debiera estimular la prescripción de los medicamentos más costosos y por otro lado debiera hacer lo posible para éstos sean asequibles económicamente a quienes lo necesiten.
6.- Tampoco debemos abandonar al enfermo que sufre dolor porque ya no ofrece ventajas para la medicina científica. En este caso administraremos el tratamiento paliativo.
7.- Hay que evitar causar más dolor que el estrictamente necesario con el fin de corroborar diagnósticos o resultados de investigación.
8.- No sería una buena praxis médica engañar al enfermo que sufre dolor prescribiéndole placebos. ¡Jamás usar un placebo! Con los enfermos en fase terminal es ética y clínicamente inaceptable la utilización de un placebo.
9.- Sería una irresponsabilidad, de quien corresponda, dedicar la mayor parte de los recursos a la investigación de las enfermedades olvidándonos del alivio del dolor y la asistencia a los enfermos en fase terminal.
Es posible que después de haber reflexionado estos puntos tengamos algo más claro que aliviar el dolor de nuestros enfermos no debiera ser un privilegio de ellos, sino un imperativo ético para nosotros.


Dr. Jacinto Bátiz

http://www.medicosypacientes.com/colegios/2011/02/11_02_25_deontologica

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