Definición y clasificación de las danzas circulares
Vamos a considerar como danzas y bailes circulares aquellos que se realizan en torno a un centro, ya sea personal o colectivo, o si se trata de una parte del cuerpo o de todo él.
En el caso vasco no conocemos representación alguna realizada sobre el eje de una parte corporal, como pudiera ser al girar la cabeza sobre la base del cuello, las manos haciendo círculos sobre las muñecas, o la danza del vientre. Sí que existen danzas en las que, tomando por centro un punto imaginario detrás de las rodillas, se efectúan círculos al alrededor, tal y como se hace en las grabiletia o gurpil de la dantzari dantza, si bien su origen y función nos son desconocidos (¿muestra de habilidad para girar sobre una sola pierna?).
En cuanto a los movimientos de giro sobre sí mismo, podemos encontrar en nuestro entorno varios usos: el giro sobre sí integrado en la danza, el giro sobre sí, incluido en la danza, pero que permite el cambio de ejecución o de pasos, y, en tercer lugar, el giro sobre sí como fundamento y esencia de la propia exhibición.
En el primer caso, el que se encuentra integrado en la danza como un elemento más, encontramos ejemplos en las danzas de espadas y otras muchas, constituyendo un paso de las mismas.
El utilizar el giro para cambiar la ejecución lo podemos encontrar en danzas como la jota, el fandango el orripeko, la purrusalda o el arin-arin1.
La mudanza sobre sí mismo la encontramos como fundamento y base esencial en danzas como Txakolina, realizada sobre dos palos cortos cruzados uno sobre otro, y consistente en mantener el equilibrio sin pisar los mismos, mientras se van alternando los lugares punteados con los pies, a la vez que se gira en un sentido o en otro. Danza que puede ser considerada como juego de habilidad tras la ingestión del vino (txakoli) homónimo.
Entendemos por danza circular también aquella efectuada por un grupo de danzantes alrededor de un centro, imaginario o no. Aquí podemos encontrar el centro ocupado por un objeto, o ser imaginario; ejemplos de lo primero los tenemos en las diferentes danzas de cintas, en las que se realizan los trenzados de las mismas en derredor de un mástil del que penden hacia los ejecutantes (zinta-dantza y domingillue), o las cuales deben colocarse colgando de un poste más pequeño (danza del árbol de la virgen de la plaza de Elciego). En ambos casos, la danza es circular, de trenzado y destrenzado -las primeras-, y de colocación y descolocación -la segunda-.
Un ejemplo de danza circular de grupo cerrado -de mujeres, cogidas de las manos- lo tenemos en el san joan kantaita de Urdiain, danza interpretada (hermenéutica) como apotropaica y profiláctica, pues en ella se realiza un conjuro destinado a ahuyentar los malos espíritus de las cosechas; amén de celebrarse al anochecer de la víspera de San Juan.
Grupo aparte lo constituyen las diferentes variantes de jotas (fandango, orripeko) y purrusaldas (arin-arin), que permiten el intercambio de lugares entre los danzantes, y que, si bien suele ser habitual realizarse en parejas o grupos amplios, en otros lugares puede tomar la forma de dos varones con una mujer y viceversa. Algunos autores han interpretado éstas como danza de galanteo, y hay quien las considera provenientes de tierras lejanas.
Por último, encontramos las evoluciones propias de círculos abiertos, en una o dos filas, alrededor del espacio festivo. Juan Antonio Urbeltz las clasifica del siguiente modo -según el modelo ofrecido por Curt Sachs-: Danzas de hombres solos en sentido contrario a las agujas del reloj (p.ej. mutil dantzak); Danzas en cadena, entre las que encuentra aquellas dirigidas por hombres en círculo abierto y sentido contrario a las agujas del reloj (p. ej. branle, gizon dantza, zortziko, soka dantza, dantzaki, giza dantza, y dantza luze); aquellas otras dirigidas por hombres sin un sentido determinado (como son la biribilketa, y la dantza luze); y, por último, aquellas dirigidas por mujeres en círculo abierto y sentido contrario a las agujas del reloj (así, Lekeitioko aurreskua, etxeko andre dantza, y neskatxena).
Tras ellas, Urbeltz analiza las danzas exhibidas en dos filas, entre las que diferencia dos grupos: 1) las danzas en círculo abierto y sentido contrario a las agujas del reloj, como son: ingurutxoak, Thun-thun, larrain dantza; y 2) las danzas en círculo cerrado, que pueden ser, a su vez, sin cogerse de las manos (arin-arin, fandango), o cogiéndose de las manos (danzas de Urdiain, y el Chulalai de Paganos).
Algunas de las danzas citadas se han ido incorporando como partes de las autóctonas, mientras éstas han mantenido sus peculiaridades. En el primer caso contamos con el axuri beltza que es una danza en corro propia de Jaurrieta2 (Nafarroa), realizada en sentido contrario a las agujas del reloj, con las singularidades de tratarse de una danza cantada, y ser ejecutada únicamente por mujeres.
Curt Sachs, por su parte, nos habla del branle como parte de una danza más completa que incluía gallardas y courantes y era danzada en la corte de Jaime I de Inglaterra a comienzos del siglo XVII3. Más adelante nos informa de que "los italianos lo llamaron brando, y los ingleses brawl o round, y ha tomado su nombre del viejo movimiento de balanceo. Sus características esenciales son un encadenamiento de las manos y el movimiento hacia el costado de las parejas que danzan en fila abierta o en círculo cerrado"4, conservando "los tipos y formas de la danza coral de la Edad Media"5. Suerte parecida la encontramos en la introducción de contrapases, valses y polcas en algunas de nuestras danzas.
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