jueves, 27 de enero de 2011

Reintegracion


Cada vez que un terrorista suicida se hace volar por los aires en un autobús de Tel Aviv o en un mercado de Jerusalén, los hombres de chaleco amarillo y aspecto de rabinos no tardan en aparecer. Su misión consiste en recoger uno por uno los restos de los fallecidos y entregarlos a los familiares para que puedan darles una sepultura digna de acuerdo con la ley judía.

Atentado tras atentado, los voluntarios de esta organización llamada ZAKA se encuentran con las escenas más dantescas que pueda presenciar un ser humano: piernas, brazos y pedazos de carne que apenas pueden identificar. “Después de un atentado suicida, —explica uno de los voluntarios— los restos humanos se esparcen por las ramas de los árboles, los tejados y los balcones. Nosotros buscamos los pedazos y los reconstruimos como un puzzle”.

La organización ZAKA, compuesta en su mayoría por judíos ultraortodoxos, nació a mediados de los 90, en la época más dura de atentados suicidas contra la población israelí. Por entonces, los atentados eran casi diarios y el caos organizativo se apoderaba incluso de las fuerzas de seguridad.

“En 1995” —explica Yehuda Meshi Zahav, fundador de la organización— “ocurrió un atentado en el barrio de Ramat Eshkol en Jerusalén, la línea 26… Lo que sucedió es que habíamos visto una pierna que voló de un cuerpo muerto. La pierna desapareció como por arte de magia. A las pocas horas apareció un hombre en la estación de policía y trajo la pierna. El policía conmocionado le preguntó dónde se había metido y el hombre le respondió que había ido a hacer unos recados. Esto fue la gota que colmó el vaso. Todos llegamos a la conclusión de que era necesario poner orden”.

El nombre ZAKA es la abreviatura en hebreo de Zihuy Korbanot Ason, que significa literalmente “Identificación de Víctimas de Desastres”. Hoy en día cuenta con más de 600 voluntarios que acompañan a las ambulancias y han ampliado sus labores a otro tipo de emergencias. Equipos de ZAKA han ayudado en la identificación de las víctimas del Tsunami de 2004 o en la búsqueda de los restos de los astronautas de la nave Columbia, y han obtenido amplio reconocimiento internacional.

Durante las labores de identificación, la única idea que les guía es la de “honrar al muerto”. En su opinión, todos los seres humanos han sido creados a imagen y semejanza de Dios y merecen un final digno, incluido el terrorista suicida. De hecho, recogen los restos de los terroristas exactamente igual que los de los demás, y los recopilan en bolsas que después entregan al Ejército.

Aunque no se trata de especialistas, ni cuentan con los sofisticados equipos de los CSI, los miembros de ZAKA trabajan conjuntamente con la policía y su labor es apreciada por las fuerzas de seguridad. “Podemos decir que se trata de una especie de rompecabezas” – asegura Meshi Zahav – “Identificamos primero el tronco central del cuerpo, después la parte de las extremidades, piernas, manos y dedos. Tratamos en la medida de lo posible de recuperar su integridad”.

Después de un atentado, los miembros de ZAKA rastrearán cada rincón del escenario en busca del resto humano más diminuto y serán los últimos en marcharse. Saben que los restos que no consigan identificar ni reunir con su dueño terminarán en una fosa común, enterrados para siempre en el olvido. Y ésa es una sensación que este pueblo ya ha tenido ocasión de interiorizar.






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