Roma siguió en Palestina su costumbre de no ocupar los territorios sometidos, sino de gobernarlos por medio de soberanos, a ser posible nativos, que ejercían su autoridad como vasallos o clientes del emperador. Eran estos quienes, en su nombre, controlaban directamente a los pueblos, a veces de manera brutal. Herodes el Grande fue sin duda el más cruel. Para facilitar la administración y el control de un territorio inmenso, Roma había dividido el Imperio en provincias regidas por un gobernador que era el encargado de mantener el orden, vigilar la recaudación de impuestos e impartir justicia. Por eso, cuando, aprovechando las luchas internas surgidas entre los gobernantes judíos, Pompeyo intervino en Palestina, lo primero que hizo fue reordenar la región y ponerla bajo el control del Imperio. Roma terminaba así con la independencia que los judíos habían disfrutado durante ochenta años gracias a la rebelión de los Macabeos. Galilea, lo mismo que Judea, pasaba a pertenecer a laprovincia romana de Siria. Era el año 63 a. C.Los judíos de Palestina pasaron a engrosar las listas de pueblos subyugados que Roma ordenaba inscribir en los monumentos de las ciudades del Imperio. Los pueblos subyugados no debían olvidar que estaban bajo el Imperiode Roma. La estatua del emperador, erigida junto a la de los dioses tradicionales, se lo recordaba a todos. Su presencia en templos y espacios públicos de las ciudades invitaba a los pueblos a darle culto como a su verdadero señor. Pero, sin duda, el medio más eficaz paramantenerlos sometidos era utilizar el castigo y el terror. Roma no sepermitía el mínimo signo de debilidad ante los levantamientos o la rebelión. Las legiones podían tardar más o menos tiempo, pero llegaban siempre. La práctica de la crucifixión, los degüellos masivos, la captura de esclavos, los incendios de las aldeas y las masacres de las ciudades no tenían otro propósito que aterrorizar a las gentes. Era la mejor manera de obtener la fides o lealtad de los pueblos. Palestina no estuvo nunca ocupada por los soldados romanos. No era su modo de actuar. Una vez controlado el territorio, las legiones se retiraron de nuevo a Siria, donde quedaron estacionadas en puntos estratégicos. Palestina ocupaba un lugar de importancia vital, pues seencontraba entre Siria, puerta de acceso a las riquezas de Asia Menor, y Egipto, uno de los graneros más importantes que abastecían a Roma. La presencia de las legiones era necesaria para defender la zona de la invasión de los partos, que, desde el otro lado del Éufrates, eran la única amenaza militar para el Imperio. Herodes ya cerca de los setenta años,vivía obsesionado por el temor a una conspiración. Ya años atrás habíaconsolidado su poder ordenando la muerte de miembros de su propioentorno familiar que podían representar algún peligro para susoberanía. Uno tras otro, hizo desaparecer primero a su cuñadoAristóbulo, ahogado en una piscina de Jericó, luego a su esposaMariamme, acusada de adulterio, a su suegra Alejandra y a otros. Alfinal de su vida seguía siendo el mismo. Tres años antes de su muertehizo estrangular a sus hijos Alejandro y Aristóbulo, herederos legítimosdel trono. Más tarde, enloquecido por el terror, pero contando siemprecon el beneplácito de Augusto, mandó ejecutar a su hijo HerodesAntípatro. A los cinco días, Herodes expiraba en su palacio de Jericó.Un hombre como Herodes era el ideal para controlar Palestina, y Roma lo sabía. Por eso, en el otoño del 40 a. C, el Senado romano descartó otras opciones y lo nombró rey aliado y amigo del pueblo romano.Herodes tardó todavía tres años en controlar su reino, pero el año 37 a.C. logró tomar Jerusalén con la ayuda de tropas romanas. Nunca fue unrey amado por los judíos. Hijo de una rica familia idumea, fueconsiderado siempre un intruso extranjero al servicio de los intereses deRoma. Para el Imperio, sin embargo, era el vasallo ideal que asegurabasus dos objetivos principales: mantener una región estable entre Siria yEgipto, y sacar el máximo rendimiento a aquellas tierras por medio deun rígido sistema de tributación. Las condiciones de Roma eran claras yconcretas: Herodes debía defender sus fronteras, especialmente frente alos árabes y los partos, por el este; no podía permitir ninguna revuelta o insurrección en su territorio; por último, como rey aliado, debía colaborar con sus tropas en cualquier acción que Roma quisiera emprender en países del entorno. Herodes fue siempre muy realista. Sabía que su primer deber era controlar el territorio evitando todo levantamiento o subversión. Por ello construyó una red de fortalezas y palacios donde estableció sus propiastropas. En Galilea ocupó Séforis y la convirtió en ciudad fuerte, principalcentro administrativo de la región. Preocupado por la defensa de las fronteras, construyó la fortaleza del Herodion cerca de Belén,Maqueronte al este del mar Muerto y Masada al sur. En Jerusalén levantóla torre Antonia para controlar el área del templo, especialmentedurante las fiestas de Pascua. Herodes fue levantando así un reinomonumental y grandioso. Sabía combinar de manera admirableseguridad, lujo y vida fastuosa. Su palacio en las terrazas de Masada, elcomplejo casi inexpugnable del Herodion o la residencia real en el oasisamurallado de Jericó eran envidiados en todo el Imperio. Sin embargofue la construcción de Cesárea del Mar y la del templo de Jerusalén loque confirmó a Herodes como uno de los grandes constructores de laantigüedad.Nunca olvidó Herodes a quién se debía. Regularmente hacía exquisitospresentes al emperador y a otros miembros de la familia imperial. Cadacinco años organizaba en Cesárea juegos atléticos en honor del César.Pero, sobre todo, cultivó como nadie el culto al emperador. Levantó ensu honor templos y le dedicó ciudades enteras. En Samaría restauró lavieja capital y la llamó Sebaste, traducción griega del nombre deAugusto. Construyó en Jerusalén un teatro y un anfiteatro, que decorócon inscripciones que ensalzaban al César y trofeos que recordaban suspropias victorias militares. Pero, sin duda, el proyecto más atrevido ygrandioso fue la construcción de Cesárea del Mar. Su puerto facilitaba lallegada de las legiones romanas por mar y, al mismo tiempo, eltransporte de trigo, vino y aceite de oliva hacia Roma. La nueva ciudadrepresentaba gráficamente la grandeza, el poder y la riqueza deHerodes, pero también su sumisión inquebrantable a Roma. Lasfachadas de su palacio, los pavimentos de mosaicos, las pinturas alfresco, el uso abundante del mármol o los paseos porticados concolumnas sugerían una Roma en miniatura. Los viajeros que llegaban enbarco o por tierra podían divisar desde lejos el enorme templo, donde seerigían las dos estatuas gigantescas del emperador Augusto y de ladiosa Roma, dominando la ciudad. La piedra blanca pulida que recubríael edificio brillaba a la luz del sol deslumbrando a la ciudad entera. Había que educar al pueblo para que venerara a su señor, el emperadorde Roma, a quien se le llamaba ya Augusto, es decir, el Sublime, nombre reservado de ordinario a los dioses. Herodes reprimió siempre con dureza cualquier gesto de rebelión o resistencia a su política de rey vasallo de Roma. Uno de los episodios más dramáticos sucedió al final de su vida y tuvo gran repercusión por la carga simbólica de los hechos. Las obras del templo estaban ya muy adelantadas. Ante los ojos sorprendidos de los habitantes de Jerusaléniba apareciendo un edificio grandioso de estilo helénico-romano. Podían contemplar ya el impresionante pórtico real, adornado con columnas de mármol blanco, de estilo corintio. Todo estaba calculado por Herodes. Al mismo tiempo que se congraciaba con el pueblo judío levantando un templo a su Dios, dejaba constancia de su propia grandeza ante el mundo entero. Pero Herodes quería dejar claro además dónde residía el poder supremo. Para ello mandó colocar sobre la gran puerta de entrada un águila de oro que simbolizaba el poder de Roma. Pocas cosas podían ser más humillantes para los judíos que verse obligados a pasar bajo el águila imperial para entrar en la casa de su Dios. Judas y Matías, dos prestigiosos maestros de la ley, probablemente fariseos, animaron a sus discípulos a que la arrancaran y derribaran. Herodes actuó con rapidez.Detuvo a cuarenta jóvenes, autores del hecho, junto con sus maestros, y los mandó quemar vivos. El crimen era recordado todavía después de la muerte de Herodes, y junto a la entrada del templo se lloraba a los cuarenta y dos mártires. Al morir Herodes estalló la rabia contenida durante muchos años y se produjeron agitaciones y levantamientos en diversos puntos de Palestina. En Jericó, uno de sus esclavos, llamado Simón, aprovechó la confusión del momento y, rodeándose de algunos hombres, saqueó el palacio real y lo incendió. Probablemente fue también por estas fechas cuando el pastor Atronges se enfrentó, en las cercanías de Emaús, a tropas herodianas que transportaban grano y armas. El episodio más grave tuvo lugar en Séforis, donde un hijo de Ezequías, antiguo cabecilla de bandidos, llamado Judas se puso al frente de un grupo de hombres desesperados, tomó la ciudad y saqueó el palacio real, apoderándose de las armas y mercancías allí almacenadas.
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