La corte malandra, la más baja dentro del culto santero de María Lionza, la conforman una serie de delincuentes menores que cuidaron durante los años setenta los barrios en los que vivían y que murieron de forma violenta. Ahora, venezolanos provenientes de todo el país acuden a diario a sus tumbas para pedirles que les protejan de los que son como ellos, en una ciudad en la que abundan los crimenes violentos.
Alrededor de la imagen de un malandro se congregan los seguidores que realizan el tradicional ritual que consiste en dar tres golpes al suelo, prender un cigarrillo en la boca de la imagen y echar anís a su alrededor mientras se acompaña al santo.
Sin embargo, no hace falta salir de casa para invocar sus favores, ya que las tiendas de santería del centro de Caracas venden por un módico precio las figuras de estos jóvenes con sus pistolas al cinto y sus gafas de sol para colocar en los salones, a la par que el Sagrado Corazón de Jesús o la estampita de la Virgen de Betania.
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