Mari Luz Esteban es profesora de antropología social de la Universidad del País Vasco. ¿Cómo hacer una teoría del amor que no contribuya a consolidar el Pensamiento Amoroso característico de nuestra cultura, que implica una forma de entender el amor que influye directamente en las prácticas de la gente y estructura unas relaciones desiguales de género, clase y etnia, y un modo concreto y heterosexual de entender el deseo, la identidad y, en definitiva, el sujeto? ¿Cómo hacer una antropología del amor que no refuerce la heterosexualidad como norma e instrumento de desigualdad entre mujeres y hombres? ¿Cómo escribir una etnografía que no produzca Mujeres (y Hombres) sin quererlo?
¿Por qué investigar el amor cuando hay cuestiones que afectan a la vida de las mujeres y
que son “aparentemente” más urgentes, como las migraciones o las políticas respecto al empleo,
la dependencia o la protección social? ¿Qué puede aportar este estudio a un análisis feminista y
antropológico de la reproducción y cambio de los sistemas de género en el que está
comprometida la antropología feminista actual? ¿Cómo puede contribuir esta reflexión a un
análisis teórico y etnográfico que pretende ser local y específico pero global a un mismo tiempo?
Nuestra intención con este artículo no es responder en profundidad a todas esas preguntas,
máxime teniendo en cuenta que estamos aún al comienzo del proceso, pero sí avanzar algunas
ideas y reflexiones a modo de propuesta de análisis. Partimos de la convicción de que, a pesar de que el amor, como ideología cultural pero también como configurador de prácticas sociales e individuales, es parte intrínseca del proceso de construcción de las relaciones de género, es un aspecto de la vida de las mujeres
insuficientemente analizado en los estudios feministas. Por ello, nuestro propósito con este
estudio es contribuir a cubrir dicha carencia, ya que el amor es un ámbito de reflexión e
investigación que en general ha sido analizado sobre todo desde la psicología, y cuando ha sido
abordado en otras disciplinas lo ha sido en el contexto de otros campos de estudio (familia,
sexualidad...). Sin embargo, creemos que tiene un papel fundamental en el mantenimiento y
perpetuación de la subordinación social de las mujeres y que, además, puede tener una
importancia directa y crucial para aportar puntos de vista alternativos en temáticas de mucha
actualidad como, por ejemplo, la violencia contra las mujeres. Porque el amor al que nos vamos a
referir es el que podríamos denominar amor sexual, lo que otros llaman también amor romántico
o pasional; es decir, una de las formas del amor que conlleva la presencia del deseo sexual y que
se percibe singular y distintivo respecto de otras formas amorosas, sea por la intimidad que
produce, el compromiso al que puede remitir o las percepciones que genera.
Este déficit de teorización puede relacionarse también con la importancia del amor en la
persistencia de una idea naturalizada del ser mujer que es preciso seguir desenmascarando. Un eje
de reflexión que consideramos clave en esta investigación
ii
. Una naturalización, además, que es
un obstáculo importante para una aproximación no etnocéntrica e intercultural de las relaciones
de género, como la que se pretende en la antropología feminista y como la que pretendemos
también nosotras. Por tanto, el estudio del amor puede contribuir a desentrañar algunos de los
mecanismos causantes de la subordinación social de las mujeres que todavía no han sido
suficientemente desentrañados y, más en general, del funcionamiento del sistema de género y,
por tanto, de su transformación.
EL AMOR, UNA EMOCIÓN ESTRUCTURADA Y ESTRUCTURANTE
Pero, el amor constituye un campo temático difícil de definir. Una dificultad básica reside,
como decíamos, en el diferente grado de producción de conocimiento en este campo, ya que
existen diferencias patentes entre los saberes generados por la psicología frente a los producidos
por otras disciplinas, como la antropología y la historia, por ejemplo. Quizá, precisamente por estas dificultades, el mundo de los afectos no haya sido aún estudiado con profundidad desde una
perspectiva feminista interdisciplinar, como sería de desear y es también nuestra intención.
Nuestra aproximación al amor está directamente influida por los marcos teóricos en los
que nos situamos como investigadoras, y por las metodologías de nuestras disiplinas de
procedencia, la historia de la ciencia (Rosa Medina Doménech), el psicoanálisis/psicología social
(Ana Távora) y la antropología (Mari Luz Esteban).
Para convertir cualquier fenómeno social o cultural, en nuestro caso el amor, en un objeto
de estudio es preciso en primer lugar encuadrarlo y conceptualizarlo teóricamente. La literatura
que hemos manejado hasta el momento nos permite diferenciar dos ámbitos de consideración y
problematización del amor: por una parte, todo lo que tiene que ver con el tratamiento cultural,
histórico y científico del amor como una emoción y su papel en los procesos de individualización
y subjetivación generados en occidente en los últimos siglos; en segundo lugar, aunque
estrechamente relacionado con lo anterior, la trascendencia del amor en la generación y
perpetuación de las desigualdades de género. Este apartado lo dedicaremos principalmente al
primer aspecto aunque nos introduciremos también en el segundo.
No parece difícil llegar al acuerdo de que el amor es básicamente una emoción pero, a este
respecto, nos interesa resaltar que nuestro interés se enmarca en la preocupación general actual de
las ciencias sociales por las emociones. Esta cuestión no es ajena al papel que juega la regulación
de las emociones en las sociedades contemporáneas de consumo y de medios de comunicación,
donde las emociones son un mercado en crecimiento y no sólo para las ciencias sociales y
humanas (McLemee 2003). Así, el amor se ha convertido en nuestra occidental contemporánea
en uno de los motores principales de la acción individual y colectiva (Evans 2003), que afecta
directamente a la vida de las personas y, desde luego, también la nuestra como investigadoras
instaladas en esta sociedad.
que son “aparentemente” más urgentes, como las migraciones o las políticas respecto al empleo,
la dependencia o la protección social? ¿Qué puede aportar este estudio a un análisis feminista y
antropológico de la reproducción y cambio de los sistemas de género en el que está
comprometida la antropología feminista actual? ¿Cómo puede contribuir esta reflexión a un
análisis teórico y etnográfico que pretende ser local y específico pero global a un mismo tiempo?
Nuestra intención con este artículo no es responder en profundidad a todas esas preguntas,
máxime teniendo en cuenta que estamos aún al comienzo del proceso, pero sí avanzar algunas
ideas y reflexiones a modo de propuesta de análisis. Partimos de la convicción de que, a pesar de que el amor, como ideología cultural pero también como configurador de prácticas sociales e individuales, es parte intrínseca del proceso de construcción de las relaciones de género, es un aspecto de la vida de las mujeres
insuficientemente analizado en los estudios feministas. Por ello, nuestro propósito con este
estudio es contribuir a cubrir dicha carencia, ya que el amor es un ámbito de reflexión e
investigación que en general ha sido analizado sobre todo desde la psicología, y cuando ha sido
abordado en otras disciplinas lo ha sido en el contexto de otros campos de estudio (familia,
sexualidad...). Sin embargo, creemos que tiene un papel fundamental en el mantenimiento y
perpetuación de la subordinación social de las mujeres y que, además, puede tener una
importancia directa y crucial para aportar puntos de vista alternativos en temáticas de mucha
actualidad como, por ejemplo, la violencia contra las mujeres. Porque el amor al que nos vamos a
referir es el que podríamos denominar amor sexual, lo que otros llaman también amor romántico
o pasional; es decir, una de las formas del amor que conlleva la presencia del deseo sexual y que
se percibe singular y distintivo respecto de otras formas amorosas, sea por la intimidad que
produce, el compromiso al que puede remitir o las percepciones que genera.
Este déficit de teorización puede relacionarse también con la importancia del amor en la
persistencia de una idea naturalizada del ser mujer que es preciso seguir desenmascarando. Un eje
de reflexión que consideramos clave en esta investigación
ii
. Una naturalización, además, que es
un obstáculo importante para una aproximación no etnocéntrica e intercultural de las relaciones
de género, como la que se pretende en la antropología feminista y como la que pretendemos
también nosotras. Por tanto, el estudio del amor puede contribuir a desentrañar algunos de los
mecanismos causantes de la subordinación social de las mujeres que todavía no han sido
suficientemente desentrañados y, más en general, del funcionamiento del sistema de género y,
por tanto, de su transformación.
EL AMOR, UNA EMOCIÓN ESTRUCTURADA Y ESTRUCTURANTE
Pero, el amor constituye un campo temático difícil de definir. Una dificultad básica reside,
como decíamos, en el diferente grado de producción de conocimiento en este campo, ya que
existen diferencias patentes entre los saberes generados por la psicología frente a los producidos
por otras disciplinas, como la antropología y la historia, por ejemplo. Quizá, precisamente por estas dificultades, el mundo de los afectos no haya sido aún estudiado con profundidad desde una
perspectiva feminista interdisciplinar, como sería de desear y es también nuestra intención.
Nuestra aproximación al amor está directamente influida por los marcos teóricos en los
que nos situamos como investigadoras, y por las metodologías de nuestras disiplinas de
procedencia, la historia de la ciencia (Rosa Medina Doménech), el psicoanálisis/psicología social
(Ana Távora) y la antropología (Mari Luz Esteban).
Para convertir cualquier fenómeno social o cultural, en nuestro caso el amor, en un objeto
de estudio es preciso en primer lugar encuadrarlo y conceptualizarlo teóricamente. La literatura
que hemos manejado hasta el momento nos permite diferenciar dos ámbitos de consideración y
problematización del amor: por una parte, todo lo que tiene que ver con el tratamiento cultural,
histórico y científico del amor como una emoción y su papel en los procesos de individualización
y subjetivación generados en occidente en los últimos siglos; en segundo lugar, aunque
estrechamente relacionado con lo anterior, la trascendencia del amor en la generación y
perpetuación de las desigualdades de género. Este apartado lo dedicaremos principalmente al
primer aspecto aunque nos introduciremos también en el segundo.
No parece difícil llegar al acuerdo de que el amor es básicamente una emoción pero, a este
respecto, nos interesa resaltar que nuestro interés se enmarca en la preocupación general actual de
las ciencias sociales por las emociones. Esta cuestión no es ajena al papel que juega la regulación
de las emociones en las sociedades contemporáneas de consumo y de medios de comunicación,
donde las emociones son un mercado en crecimiento y no sólo para las ciencias sociales y
humanas (McLemee 2003). Así, el amor se ha convertido en nuestra occidental contemporánea
en uno de los motores principales de la acción individual y colectiva (Evans 2003), que afecta
directamente a la vida de las personas y, desde luego, también la nuestra como investigadoras
instaladas en esta sociedad.
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