En nuestra cultura patriarcal vivimos centrados en las expectativas y las apariencias. Valoramos una relación por sus consecuencias. Queremos que el otro sea de una cierta manera que satisfaga nuestros deseos. En ese proceso no le permitimos al otro ser sí mismo y le exigimos continuamente la autonegación para satisfacer nuestras aspiraciones. Así no hay armonía posible, no hay respeto por la legitimidad del otro ni confianza en ella. Pero si no confiamos en el otro tampoco confiamos en nosotros mismos, y somos hacia nosotros como hacia el otro: nos exigimos a satisfacer una apariencia y el otro jamás tiene la oportunidad de vernos y menos de aceptarnos en nuestra legitimidad. La confianza es el fundamento de la convivencia social, cualquiera que sea el ámbito y la multidimensionalidad de ella. De hecho, no hay substituto para la confianza en las relaciones humanas, y sin confianza no hay fenómeno social.
sábado, 10 de septiembre de 2011
humberto maturana
En nuestra cultura patriarcal vivimos centrados en las expectativas y las apariencias. Valoramos una relación por sus consecuencias. Queremos que el otro sea de una cierta manera que satisfaga nuestros deseos. En ese proceso no le permitimos al otro ser sí mismo y le exigimos continuamente la autonegación para satisfacer nuestras aspiraciones. Así no hay armonía posible, no hay respeto por la legitimidad del otro ni confianza en ella. Pero si no confiamos en el otro tampoco confiamos en nosotros mismos, y somos hacia nosotros como hacia el otro: nos exigimos a satisfacer una apariencia y el otro jamás tiene la oportunidad de vernos y menos de aceptarnos en nuestra legitimidad. La confianza es el fundamento de la convivencia social, cualquiera que sea el ámbito y la multidimensionalidad de ella. De hecho, no hay substituto para la confianza en las relaciones humanas, y sin confianza no hay fenómeno social.
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