Iñaki Barcena, Rosa Lago, Iratxe Laurrieta, Martin Mantxo, Unai Villalba.
En nombre de la Comisión de Deuda Ecológica de Ekologistak Martxan.
El concepto de Deuda Ecológica tuvo su origen en la literatura escrita debido a la
aportación realizada por parte de los movimientos populares del Sur, en concreto del
Instituto de Ecología Política de Chile, con ocasión de la Cumbre de Río de Janeiro
(1992). Desde entonces se ha ido expandiendo geográficamente y al mismo tiempo
desde el terreno asociativo y de los movimientos sociales a los ámbitos académico e
institucional. Al contrario de otros conceptos hermanos como la huella ecológica
(Wackernagel & Rees, 1996) o el e spa c io e cológi co (Spangenberg, 1995) que
nacieron en círculos de investigación universitaria y posteriormente se han
popularizado vía publicaciones y medios de comunicación, el concepto de Deuda
Ecológica está haciendo el camino en sentido inverso, de abajo hacia arriba. Nuestra
intención reside en que la Deuda Ecológica, pase a jugar un papel tan relevante
como el de los conceptos de huella o espacio ecológico pués en ambos casos se ha
producido tanto la recepción entusiasta del activismo medioambiental, como es el
caso de WWF y Amigos de la Tierra a nivel internacional y la toma en consideración
de tales indicadores por parte de gobiernos e instituciones en las políticas públicas
medioambientales.
El sistema económico vigente hasta el momento “externaliza” los impactos sociales
y ambientales que provoca, no los hace suyos, no los considera como inherentes al
modelo. La Deuda Ecológica pretende colaborar en el desarrollo de las nuevas
teorías que abogan por “internalizar” estos impactos, haciendo de ellos uno de los
ejes fundamentales sobre el que gire un nuevo paradigma que consiga acabar con el
deterioro del planeta.
La deuda ecológica sería la contraída por los países industrializados con los demás
países a causa del expolio histórico y presente de los recursos naturales.
En nombre de la Comisión de Deuda Ecológica de Ekologistak Martxan.
El concepto de Deuda Ecológica tuvo su origen en la literatura escrita debido a la
aportación realizada por parte de los movimientos populares del Sur, en concreto del
Instituto de Ecología Política de Chile, con ocasión de la Cumbre de Río de Janeiro
(1992). Desde entonces se ha ido expandiendo geográficamente y al mismo tiempo
desde el terreno asociativo y de los movimientos sociales a los ámbitos académico e
institucional. Al contrario de otros conceptos hermanos como la huella ecológica
(Wackernagel & Rees, 1996) o el e spa c io e cológi co (Spangenberg, 1995) que
nacieron en círculos de investigación universitaria y posteriormente se han
popularizado vía publicaciones y medios de comunicación, el concepto de Deuda
Ecológica está haciendo el camino en sentido inverso, de abajo hacia arriba. Nuestra
intención reside en que la Deuda Ecológica, pase a jugar un papel tan relevante
como el de los conceptos de huella o espacio ecológico pués en ambos casos se ha
producido tanto la recepción entusiasta del activismo medioambiental, como es el
caso de WWF y Amigos de la Tierra a nivel internacional y la toma en consideración
de tales indicadores por parte de gobiernos e instituciones en las políticas públicas
medioambientales.
El sistema económico vigente hasta el momento “externaliza” los impactos sociales
y ambientales que provoca, no los hace suyos, no los considera como inherentes al
modelo. La Deuda Ecológica pretende colaborar en el desarrollo de las nuevas
teorías que abogan por “internalizar” estos impactos, haciendo de ellos uno de los
ejes fundamentales sobre el que gire un nuevo paradigma que consiga acabar con el
deterioro del planeta.
La deuda ecológica sería la contraída por los países industrializados con los demás
países a causa del expolio histórico y presente de los recursos naturales.
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