“Es posible experimentar el mundo en un grano de arena y la eternidad en una hora”. William Blake.
El tiempo en la vida moderna se ha convertido en nuestro secuestrador. Siempre es escaso, vivimos acomodando frenéticamente una actividad detrás de otra, tanto en nuestra actividad laboral como los breves periodos de descanso. Intentamos sincronizarnos con el reloj y nos enfermamos de ansiedad. El tiempo es una cesta de compra que tenemos que llenar para sentirnos satisfechos. Y corriendo, perdemos el verdadero sabor de la vida.
En otras culturas el tiempo es una energía del universo, un río para navegar, un templo en el que encontrar descanso. En la sociedad industrial, se ha convertido en algo impersonal y mecánico, desvinculado de nuestra experiencia interior.
La sexta ley del caos nos dice que es posible recuperar la conexión con los ritmos naturales de la vida, a través de la noción del tiempo fractal. El caos nos dice que el tiempo mecánico del reloj es una ilusión que esconde el tiempo vivo y vibrante que se mueve dentro de los detalles de un fractal, y nos enseña a descubrir esta dimensión para sentir el verdadero pulso del universo.
►La noción de tiempo fractal
Una historia sencilla dice que un monje, volviendo de recoger leña en el bosque, se detuvo maravillado a escuchar el canto de un pájaro. La canción era particularmente hermosa, y el monje se quedó a escuchar unos momentos, extasiado, antes de proseguir su camino. Cuando volvió a su monasterio, descubrió caras nuevas. Mientras estaba escuchando el canto del pájaro, todos sus compañeros habían muerto y había pasado un siglo. Al entrar plenamente en un momento del tiempo, el monje había tocado la eternidad.
Este cuento, que aparece en muchas versiones y culturas diferentes, nos recuerda que la percepción del tiempo puede ser totalmente diferente a la sincronía del reloj. Acostumbrados a medir el tiempo a intervalos mecánicos regulares, creemos que el tiempo es una línea recta dividida en fragmentos de idéntica longitud. Pero para la teoría del caos, el tiempo es una figura fractal, una línea repleta de curvas, arabescos y repliegues (ver ejemplos en esta página). Es que en realidad, no hay líneas simples en la naturaleza. Podemos ver rectas a simple vista, pero observadas de cerca, o a nivel microscópico, todas las líneas contienen dibujos caprichosos, giros e infinitos detalles fractales.
Esta noción es congruente con nuestra experiencia inmediata. Probablemente todos alguna vez hemos experimentando que el tiempo no transcurre a una velocidad pareja, sino que hay aceleraciones y momentos de marcha lenta. El tiempo no es como un tren que viaja a una velocidad regular, en línea recta, entre estaciones situadas a idéntica distancia. Más bien lo podemos comparar con los vagones de una montaña rusa, que bajan y suben, aceleran o aminoran su marcha según los caprichosos diseños del riel.
►Un tiempo no lineal
Sólo basta repasar nuestras vivencias para verificar la no-linealidad del tiempo.
En los momentos previos a un accidente donde la vida corre peligro, todo parece detenerse, o moverse en cámara lenta. Como si cada dimensión del paisaje del accidente se desarrollara con su propio tiempo, y tuviéramos una eternidad para decidir qué hacer.
Es frecuente experimentar un cambio en la percepción del tiempo según nuestros gustos y emociones: conversando con una persona que nos interesa, mirando el fluir de un arroyo o simplemente escuchando soplar el viento, es posible sentir una dimensión del tiempo diferente a la del reloj.
La percepción del paso del tiempo cambia con la cantidad de actividades desarrolladas. El tiempo arrastra los pies cuando estamos aburridos, pero pasa rápidamente si estamos atareados.
Un tiempo vacío puede ser interminable en el presente, pero corto en la memoria. Un hombre pasa un año en la cárcel. Cuando sale, siente que el tiempo casi no transcurrió. La ausencia de eventos dignos de recordarse durante 12 meses, aparte de las monótonas rutinas carcelarias, comprime el recuerdo de esos días en su mente.
Hay muchas más evidencias. Los psiquiatras dicen que un sueño se desarrolla en el cerebro en pocos segundos, pero esos segundos pueden contener una larga y compleja historia.
La medida es tiempo es cultural. Los polinesios miden las horas del día por períodos “desiguales”, porque no las relacionan con el tiempo mecánico del reloj occidental, sino con la cantidad de actividades contenidas en cada momento del día.
En síntesis: el tiempo es más una medida de la actividad en contacto con el entorno, que una sucesión lineal de intervalos.
►Recuperar el pulso del mundo
Sin embargo, desde hace dos siglos estamos entrenados para sincronizarnos con las máquinas que nos rodean. El reloj fue el gran fundador de la revolución industrial. Antes de la sincronización del trabajo y las actividades humanas que introdujo el capitalismo, el tiempo estaba más conectado a los ritmos de la naturaleza y al movimiento de los astros. Pero con la regimentación de la vida por la sociedad industrial, se asocia el tiempo con la economía y el dinero. Piénsese en la frase “el tiempo es oro” y en todas las expresiones asociadas: el tiempo “se pierde”, “se gana”, “se ahorra” o “se gasta”.
Por eso, obsesionados por acompasarnos con el reloj, nos cargamos de la mayor cantidad de tareas posibles, vamos de cola en cola nerviosos empujando a los demás para que se adapten a nuestros horarios, mantenemos pulsado el botón de ascensor como si fuera a subir más rápido, o discutimos con alguien por escasos minutos.
Recordar que el cosmos no funciona así nos permite recuperar la conexión con los ritmos naturales. Nuestro cuerpo, una especie de universo condensado, está lleno de relojes internos: el del sueño, el del metabolismo, cada reloj que enciende o apaga una actividad inconsciente. Ninguno de ellos funciona a intervalos idénticos. Un reloj vital, el corazón, no se acompasa como un reloj: sus latidos tienen fluctuaciones. Si asume un ritmo regular, va camino a un paro cardiaco.
La sexta ley nos invita a explorar los detalles fractales del tiempo para descubrir matices inadvertidos del universo y de nosotros mismos. El envejecimiento de los árboles, el paso del sol en el cielo o el pulso de las estaciones tienen su ritmo propio y único. Asimismo nosotros.
Si pasamos la tarde en una actividad vacía, sentiremos que el tiempo transcurre lenta y pesadamente. Pero si acometemos una tarea que despierta nuestro interés y entusiasmo, al llegar la noche sentiremos que nos faltó tiempo. Según el reloj, ambos periodos fueron iguales, pero en uno el tiempo sobró, y en otro fue escaso.
La perspectiva del tiempo fractal dice que no necesitamos más tiempo: sólo un tiempo pleno. Motivar nuestro corazón y cultivar el compromiso con lo que hacemos, es lo que enriquece nuestra percepción y marca la diferencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario