1. Los orígenes
Los primeros Balances de competencias fueron experimentados en Francia
hacia mitad de los años 80 del pasado siglo. La experimentación tuvo lugar en un
período de acentuada turbulencia económico-social caracterizada por vastos y
profundos procesos de reestructuración industrial y/o de reconversión productiva
de las empresas (crisis del sector extractivo y cierre de las minas, procesos de
fusión industrial, crisis y transformación de la Renault, etc.) y de los fenómenos de
movilidad de los productores afectados, a su vez, en amplios e imperativos
procesos de reconversión profesional, como nunca se habían visto en los períodos
precedentes de estabilidad productiva y ocupacional. Frente a una turbulencia de
estas dimensiones empezaron a demostrarse insuficientes no sólo los tradicionales
sistemas de gestión y desarrollo de los recursos humanos sino también la
concepción tradicional de la orientación profesional. Éste último, en particular,
entendido preferentemente como informativo / inicial, tanto en Francia como en
España, como en el Norte de Europa y en Norteamérica, había conocido una
fecunda época como instrumento de facilitación de la principal, si no única,
transición al trabajo, la de la escuela (o la de la formación al trabajo; transición
que, a su vez, cubría un período bien preciso del curso de la vida de las personas,
el del paso de la condición de adolescente a la de joven adulto. Frente a las
personas, en el punto álgido de aquellos procesos, empezaba, así, a dibujarse un
escenario de transiciones múltiples en el seno de la edad adulta, desde un tipo de
trabajo a otro, desde el trabajo a la formación, desde el trabajo al no trabajo y
nuevamente de éste al trabajo, distinto del que se escogió en otra ocasión, etc.)
Por eso, se dieron nuevas estrategias, nuevos métodos y nuevos instrumentos en el
modo de informar, de formar y de acompañar a las personas a lo largo de esas
transiciones. Se precisaban, sobre todo, instrumentos que ayudasen a las personas
a adquirir la plena conciencia de todo su patrimonio, de su experiencia, de los
saberes y de las competencias acumuladas a lo largo de los años, con el fin de
reinvertirlo en el futuro; que ayudasen a las personas en dificultades (el cambio
comporta tensiones, ansiedad, miedo por la incertidumbre o por lo novedoso) ,
incluso víctimas del descenso de su autoestima o del sentido de su autoeficacia, a
recuperar protagonismo, motivación y necesidad de proyectarse. Y para responder
a las exigencias de este tipo se empezaron a poner a punto dispositivos nuevos,
individualizados, y conceptos según la lógica de las competencias, como son la
formación individualizada de las personas adultas, el portafolios de competencias
y, sobre todo, el Balance de Competencias. Estamos en los años ochenta y la
experimentación del Balance abrazará un período de 6 a 7 años, hasta 1991 cuando
tienen lugar su institucionalización y su regularización vía legislación. En Italia, los
primeros ecos llegará hacia la segunda mitad de los 90; período a partir del cual el
Balance ha conocido una creciente fortuna de público y de consenso.
Paolo Serreri
No hay comentarios:
Publicar un comentario