«Somos una pareja con tres hijos y sin trabajo. Querríamos saber si hay algún pueblo en el que ofrezcan casa y trabajo para empezar de nuevo y poder vivir con dignidad». En los últimos años, circulan miles de mensajes como este, totalmente ficticio, por Internet. Son los comentarios que la gente hace a cualquier tipo de entrada o información que haga alusión a la repoblación de pueblos o zonas rurales, porque en este momento hay muchas familias que han vuelto a ver en el campo una salida a la asfixia económica provocada por la crisis y el paro, aunque luego la realidad no sea como se la pintaban.
John Rivas da fe de este creciente interés. Él es uno de los socios fundadores de Arpa Ibérica, una asociación dedicada a la creación de proyectos sostenibles para repoblar núcleos abandonados e instalada en Araúzo de Salce desde 2008, y cuenta que «cada mes recibimos entre 2.000 y 3.000 correos de gente que busca casa y que está desesperadísima por escapar de la ciudad, sobre todo, parados». De hecho, Rivas afirma que en los tres años que llevan definiendo su proyecto han notado un incremento de las consultas «de un mil por cien».
A juzgar por este hecho, podría decirse que la vuelta al campo está de moda o que se postula como una salida a la crisis, pero hay que matizar. Entre los miles de interesados que contactan con Rivas y sus socios cada mes hay que distinguir entre quienes tienen la falsa creencia de que solo por querer instalarse en un pueblo van a recibir casa gratis y un trabajo (un pensamiento amparado en las iniciativas desarrolladas en épocas de bonanza por algunos pueblos para atraer población), y entre quienes tienen un interés real en el proyecto de sanoturismo de la asociación para Araúzo de Salce. «Hace tres años había gente interesada, pero en cuanto pedías una aportación de 500 euros para pagar una casa, echaban a correr. Ahora, en cambio, hemos puesto un anuncio para pedir gente que tenga ingresos suficientes para mantenerse seis, siete u ocho meses, el tiempo que tardemos en desarrollar el proyecto, y ya tenemos seleccionadas 21 personas. Todas ellas tienen trabajo, pero verdaderamente se quieren marchar de la ciudad al campo», señala Rivas. Él mismo está en esa situación, porque ha mantenido su trabajo en Bilbao hasta que se ha definido el proyecto y espera poder despedirse en dos meses.
El Centro Europeo de Empresas e Innovación (Ceei) también ha constatado que en los últimos años ha habido un cierto incremento del interés "serio" por el entorno rural, puesto que ha habido un repunte de las consultas para montar un negocio en el campo similar al de los interesados en hacerlo en la ciudad. Según fuentes del centro, el incremento este año ha sido de entre un 30 y un 34% con respecto a 2010. Detrás de decenas de estas llamadas está la crisis, que ha resucitado el espíritu empresarial de muchas personas confiadas en encontrar un local con mejores condiciones y precios más asequibles que en la ciudad, pero también el deseo de llevar una vida más sana y tranquila. Yolanda Olivares y Samuel Brogeras son dos de las personas que han decidido dar el salto y, casualmente, ambos han escogido Fresnillo de las Dueñas, un pueblo situado a cinco kilómetros de Aranda, para poner en marcha sus negocios: una tienda de ultramarinos y variados y una casa rural con spa.
Brogeras y su pareja se conocieron en Madrid y explica que «los dos teníamos idea de escapar de la gran ciudad a un pueblo, pero pudiendo desarrollar nuestra actividad profesional: ella más centrada en la fisioterapia y yo en actividades deportivas». De ahí que comenzara a fraguarse la idea de montar un spa en un lugar tranquilo y alejado de la urbe: Fresnillo de Dueñas. «Yo soy de Aranda y para mí es importante estar cerca de mi tierra -cuenta Brogeras- pero encontré que es un tópico eso de que cuando te vas a un pueblo todo son facilidades y ayudas. Nosotros no nos encontramos nada de eso». Desde que plantearon su idea en serio hasta que se hizo realidad pasaron casi seis años: más de cuatro solicitando permisos y otro de obras. «El tema de las licencias y permisos fue lo peor, muy tortuoso y parecía que no íbamos a terminar nunca», cuenta. Pero querer es poder y hace dos años y medio abrió sus puertas el centro Kinédomus. «Ahora no solo trabajamos, sino que vivimos y criamos a nuestra hija dedicándonos a lo que nos gusta», concluye, matizando que «respeto mucho a quien le gusta la ciudad, pero a nosotros ahora nos cuesta ir a Madrid hasta de visita».
Yolanda Olivares también vivía en Madrid cuando vio en Fresnillo de las Dueñas una oportunidad. La elección no fue casual, sino que, como explica Olivares, se juntó su separación con un trabajo temporal y con una nueva pareja, natural de Fresnillo. «El año pasado, en una de las visitas me di cuenta de que no había nada parecido a la típica tienda de pueblo en la que comprar el pan o lo que se te ha olvidado, así que decidí que entre buscar trabajo y montarlo yo misma, era mejor intentarlo». Y, después de un año viviendo en Fresnillo y dedicada al papeleo, está a punto de abrir su tienda, Un escondite en la despensa. «La idea es que tenga pan, algo de ultramarinos, congelados, algo de ferretería, papelería, droguería, fotocopias y fax... La típica tienda de pueblo, pero sin productos frescos», dice, matizando que, «en octubre, si todo sale bien, abriremos». Ahora, todos afirman que a Madrid volverán, pero de visita.
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