lunes, 28 de abril de 2014

Zoroastrisrno

La religión enseñada por Zoroastro (o Zaratustra), llamada también Mazdeísmo, Parsismo, y religión del Irán, es la más antigua de las religiones basadas en una determinada creencia o en un credo, lo cual la diferencia de las religiones de origen y arraigo étnicos. El tiempo de Zoroastro puede ser conjeturado aproximadamente por los datos derivados del Avesta, o colección de los textos sagrados Zoroastrianos. Los más antiguos son los Gathas, que son 17 himnos o cantos, compuestos al parecer por Zoroastro para realizar el sacrificio ante el fuego (como los himnos védicos en la India). Las indicaciones de estos textos sitúan a su autor entre 1400 y 1200 a.C. Tanto la tradición como la investigación crítica consideran actualmente que los Gathas contienen las enseñanzas centrales de Zoroastro.
La historia del Zoroastrismo comprende tres períodos. El primero incluye los años del mismo Zoroastro y termina en el siglo IV a.C., con la conquista del antiguo imperio Persa por Alejandro de Macedonia. La segunda época corresponde al imperio Sasánida, en el que el Zoroastrismo llegó a ser religión de estado, y finaliza con la conquista musulmana del siglo VII de nuestra era. La fase tercera se inicia con la migración de los zoroastríanos a la India (especialmente al área de Bombay), donde se les conoce con el nombre de Parsis (gente de Persia).
Zoroastro presenta sus enseñanzas como las propias de un profeta que innova y desarrolla la antigua religión iránica de la que era sacerdote. Su doctrina se centra en las cuestiones relativas a la naturaleza espiritual y moral del hombre, y trata de explicar la condición humana, así como el encuentro entre el bien y el mal. Aunque ha sido descrito en ocasiones como dualismo ontológico y di-teismo, el Zoroastrismo enseña en realidad un monoteísmo que trata de resolver el problema del mal, y afirma en el hombre libertad de elección moral. Es una religión que no sólo no se sitúa más allá del bien y el mal, sino que se encara directamente con lo que la Revelación bíblica denomina "misterio de iniquidad".
Numerosos estudiosos de los Gathas consideran que mucha de la fuerza de esta religión le viene de la lógica y amplitud de sus doctrinas, que van unidas, sin embargo, a planteamientos extraños y oscuros, muy difíciles de seguir y aceptar por la mentalidad moderna. Sin ayuda de la investigación posterior y de aclaraciones suministradas por la tradición, los Gathas resultan con frecuencia paradójicos y desconcertantes. Pero puede decirse que muchos de sus versos son actualmente bien comprendidos e interpretados por los estudiosos.
Los textos permiten afirmar que Zoroastro fue educado en la veneración de los tres ahuras, es decir, de «Mazda, y de los otros dos ahuras», y que fue él mismo quien desarrolló la adoración de Mazda no solo como el más grande y mayor de todos los ahuras, sino también de todos los dioses. Mazda es para Zoroastro simplemente Dios, en el sentido del único inmortal y eterno Ser divino. Este Ser trascendente es visto por el profeta como fuerza activa que puede ser también inmanente según voluntad, a través de una fuerza que denomina Espíritu o Santo (Spenta Mainyu). Se trata en suma de un Creador trascendente que se inmanentiza en el universo mediante poderes que se conciben al modo de hipóstasis divinas.
El mensaje de Zoroastro incluye la dramática advertencia a sus seguidores de que no deben venerar a un grupo de divinidades que son designadas con el nombre de daevas. Estos seres «han elegido el peor propósito», y «se han apresurado a ir hacia la Ira con la que afligen al mundo y a la humanidad». Convencido de que los daevas no podrían ser de la misma esencia divina que Mazda, Zoroastro parece concluir que deben tener un origen del todo diferente al de las fuerzas o spenta divinos.
Así como Zoroastro afirma la existencia de Mazda como Espíritu original y autoexistente, postula también en dos Gathas, por lógica y por analogía, la realidad de otro Espíritu original y autoexistente que se opone a lo divino (Spenta), como una fuerza negativa y destructora. Uno de los textos sugiere que el profeta ha visto estos dos Espíritus cuando se encuentran por primera vez antes de que el mundo fuera hecho. Hablaré de los dos Espíritus primigenios de la existencia, de los cuales el más divino habló así al malo: ni nuestros pensamientos ni enseñanzas ni voluntades, ni nuestras elecciones, palabras o actos, ni nuestras propias almas están de acuerdo (45.2).
La Tradición propia identifica estos dos Espíritus como Ahura Mazda y Angra Maingu, es decir, Ohrmaz y Ahoriman. Pero dado que Zoroastro suele modificar su terminología, y habla del Espíritu más Santo para referirse a Mazda, y del Espíritu Malo para nombrar a su adversario, hay autores que interpretan gemelos no como par sino como engendrados en el mismo nacimiento, y concluyen que Mazda es padre tanto del Buen Espíritu como del Malo. El bien y el mal tendrían así una única fuente, como ocurre en las tres grandes religiones monoteístas.
Aunque esta interpretación no es fácil de cohonestar con el sentido más obvio de los Gathas en su conjunto, ha conseguido imponerse a su contraria, y es hoy la base de una concepción del Zoroastrismo entendido como monoteísmo teológico y dualismo ético.
El marco geográfico y social de los Zoroastríanos ha sufrido considerables cambios a partir del siglo X, cuando un pequeño grupo se estableció en el noroeste de la India y ha llegado con el tiempo a ser una comunidad floreciente. El número aumentó cuando los ingleses desarrollaron el comercio en esa zona del subcontinente. Durante los siglos XVIII y XIX, los Parsis alcanzaron posiciones de considerable influencia política y económica en el área, posiciones que mantienen en la actualidad. Han emigrado también a otros continentes, y hoy existen asociaciones Zoroastrianas formalmente constituidas en Hong Kong, Singapur, Australia, Kenya, Francia, Inglaterra, Estados unidos y Canadá. El Zoroastrismo es practicado actualmente en más países que en cualquier otro momento de su historia.
En la India ha experimentado una cierta impregnación de enseñanzas y prácticas hindúes. Muchos Zoroastrianos practican yoga a título personal, visitan regularmente los lugares sagrados de santones populares, y asisten a conferencias de contenido hinduísta. Los nuevos movimientos religiosos de la India parecen ejercer cierta influencia sobre los Parsis. Vincularse a esos movimientos no supone para ellos abandonar su religión para convertirse a una nueva, como ocurriría con el Cristianismo o el Islam. Estos movimientos exhortan a buscar la verdad religiosa dentro de la propia religión y manifiestan una patente tendencia sincretista.
El Zoroastrismo ha producido a lo largo del siglo XX una especulación de carácter religioso que se ocupa principalmente del origen del mal y trata de dar respuesta a las cuestiones que siempre se ha planteado la tradición zoroastriana antigua y moderna. Parece imponerse en la actualidad una posición ortodoxa, según la cual Ahoriman el principio del mal, no es igual a Dios ni tan poderoso como él. Esta doctrina mantiene una distinción absoluta entre el origen del bien y el de su antítesis, el mal: «El mal claramente no puede venir de Dios... Hay así un dualismo fundamental que absuelve a Dios de toda mancha de mal... El mal en el Zoroastrismo no es una realidad en sí misma, sino una paradoja existencial experimentada por el hombre mediante el desequilibrio que se refleja en el mundo físico. Es solo en el mundo relativo donde los estados de exceso y deficiencia son observables y discernibles, y confieren al mal una existencia aparente que no viene ni puede venir de ninguna otra fuente. El mal refleja únicamente la negación de lo que existe y es intrínsecamente bueno. Al modo de un parásito, no existe ni puede existir por sí mismo. En otras palabras, el mal ex nihilo, es decir, surge de la nada, y por tanto no tiene existencia real» Este texto de K. Mistree, ha sido compuesto en 1982 y refleja el esfuerzo del pensamiento humano para elucidar cuestiones perennes que siempre han ocupado a la humanidad (Zoroastrism: An Ethic Perspective, Bombay 1982, 29).

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