domingo, 30 de junio de 2013

La vivienda del gaucho

                                         
El gaucho vivió solo en su tierra a la cual nada le ligaba más que el echo de haber nacido en ella. La libertad, en ellos, fue lema innato a sus espíritus como el caballero a sus testas o el color a sus pupilas. El gaucho no comprendió ni tolero la esclavitud. Aborreció la explotación del hombre al hombre. No vivió en sociedad porque el conquistador lo ahuyentó brutalmente, de sus dominios, y el indio le desbarataba en sus planes de paz. El gaucho vivió solo. Un hogar de otro distaba, a veces, leguas y leguas de distancia, silencios y desamparos. La zona en que el gaucho aprendió a trabajar, sufrir divertirse, la llamó Pago. El pago era parte de una comarca con características propias. Era una división territorial dentro de una provincia en que determinados accidentes geográficos, o físicos, influían en la imposición de una moda, costumbre o distinción que daba una especial fisonomía a sus moradores. Dentro del pago estaba la querencia, es decir, la casa. La querencia era un circulo menor todavía que el pago. En él se localizaba la vida actual donde descansaba su corazón. La vivienda del gaucho, por lo general, no fue estable, La mayoría de las veces su inconstancia en su lugar dependía del estado de los campos o de la abundancia de la caza. Su rancho era fácil de desmontar, puesto que no estaba constituido más que de palos, cañas, paja y barro. Sus mudanzas no eran extremas, pero cuando sus habitantes tuviesen que trasladarse a distancias enormes buscando trabajo. Los gauchos salían en campaña de varios amigos, equipados convenientemente y en tren de efectuar alguna cacería de avestruces o potros cimarrones. El lugar ocupado como punto de concentración era llamado la Real. Allí se descansaba de las faenas. Si el tiempo no llegaba a acompañarlos, procedían al levantamientos de toldos transitorios o volantes, hechos con una de las pilchas del recado, los ijares. Para los paisanos, los ijares son una especie de poncho (con boca o sin ella), hecho con la piel de la panza y verijas de dos animales, sobadas unidas por el medio y desgarradas, es decir, libres del cuero que reviste los cuatro miembros de cada animal. Dichos toldos volantes se construían de la siguiente manera: cuando llueve sí se hallan entre pajas altas, atan las sumidades de las que están paralelas, ya unas con las otras, ya con las plumas largas del ñandú, estirando después el ijar sobre la frágil bóveda con el pelo para arriba, A fin de que no se recale, lo aseguran del mejor modo. Como cama utilizaba su silla de montar. Las caronas le sirvieron de jerón, las matras de cobjas o de colchón también si la temperatura ambiente se lo exigía y el cuerpo que se acostaba para que halase la blandura que el sencillo lecho podía ofrecerle. Esta era la vivienda volante del gaucho. La que éste utilizaba para salir de caza o cuando todavía no tenia una vivienda estable. El Rancho La voz Rancho es vocablo internacional de clásico léxico marinero, y que pocas palabras como ella han conservado en el universo los tragos de su grafía primitiva. De esa manera se explica que dicha palabra a través de los mares trasmitiese también a tierra sus acepciones habidas a bordo, ya sea en la concepción de viviendas pequeñas, como en el sentido de reunión, ración y turno, entre las comidas efectuadas entre conmilitones. Y aunque ese nuevo tipo de vivienda en América fuese construido con idénticos materiales y sistemas de preparación al usado en las chozas indígenas, tomó su nombre inmigratorio por la forma adquirida. El gaucho, como descendiente del indio y español, tomo de cada cual un poco para fabricar su casa de acuerdo a las conveniencias particulares. Orientación Tenia que estar lo menos expuesto posible a los vientos y al mejor aprovechamiento de la luz solar. En esta zona de la pampa el mojinete del rancho se colocaba de norte a sur. De esa manera se podía ubicar una puerta que diese al naciente y alguna ventana al poniente. Las aberturas, en tal circunstancia, quebraban a resguardo de las paredes cubiertas. Altura La leve consistencia de los ranchos obligó a que sus construcciones las hiciesen por lo general, bajas y ofreciesen por esta causa escasa resistencia a los cachetazos del pampero. Su altura, por tal motivo, oscilo entre los dos y tres metro y medio del mojinete del suelo. Cuando los ranchos eran bajos, tenían sus puertas construidas, la mayoría de las veces, por simples cortinas de cuero crudo, y no tuvieron desde el dintel al umbral más de un metro con sesenta centímetros. Esa fue la razón por la cual nuestros primitivos pobladores pampeanos tenían que agacharse bastante para poder penetrar en uno de aquellos aposentos. En la actualidad, los ranchos generales de 4x 4 metros tienen ubicada a 3,70 m de altura la cabrera, y unos dos metros las costaneras. Ubicación Las viviendas en la pampa, por lo común se construían cerca de algunas plantas en busca de reparo, más no debajo mismo de ellas por varias razones que el paisano supo respetar y que en resumen serían las siguientes: - Por temor a los rayos, ya que en días de tormenta las plantas oficiaban de receptores de las descargas eléctricas. - Por desconfianza a los vientos que a veces suelen producir desgajes en los arboles, o aun voltearlos, en perjuicio de la vivienda. - Porque las gotas de rocío suelen efectuar un idéntico recorrido diario al escurrirse, y caer en un mismo lugar en detrimento del techo. - Porque el estar un rancho a la sombra significaría la fácil podredumbre de su techo, puesto que la paja dura más cuando más seca esté. Además, hay razones de índole científica a supersticiosa entre los hombres de campo, quienes no duermen bajo determinadas plantas, como el ombú, por ejemplo, por decir que trae trastornos a la cabeza. Dependencias El rancho no gozo más que de dos ambientes: el dormitorio o dormitorios, llamados cuartos o piezas, y la cocina. Los cuartos median desde unos dos metros y medio o tres de ancho, por unos tres o cuatro de largo, hasta algunas otras de mayores dimensiones. El piso era de tierra apisonada. Solamente cabían los pocos y rústicos muebles, construidos por la cuja (en lenguaje popular, la cuna), vulgar canasto hecho con cuatro palos clavados en el suelo u unidos de dos en dos por otros tantos largueros atados con guasquilla, que mantenían en cuero tenso que oficiaba de jergón. Completaban este ambiente de sencilla rusticidad algún que otro banco manufacturado con toscos troncos de árboles o cabeza de buey tapizada con lana y cuero. Además algún arcón, especie de baúl hecho con madera tallada a cuchillo, terminaba de decorar uno de esos primitivos aposentos. La otra dependencia era la cocina. En ella sólo se preparaban los alimentos sino se utilizaba de sala de reunión y algunas veces de pieza de huéspedes. Su tamaño no difería del cuarto ya estudiado, pero tenía nuevos elementos: la chimenea y el fogón. Además de ello podía existir o no alguna mesa hecha con madera lo más pulida posible a fuerza de golpes de hacha, al principio, y si se trataba de gente muy pobre. Pero más tarde, cuando empezaron a llegar al país instrumentos adecuados a todos los oficios, tanto los indios como los que no lo eran demostraron su absoluta habilidad en los trabajos manuales y su gusto para efectuarlos. El Fogón El fogón criollo fue el lugar domestico más visitado diariamente en las cocinas de nuestras viejas estancias. En el no solo se preparaban el asado y se tomaba mate, sino que se escuchaban las conversaciones de la gente. Se contaban cuentos que podían ser ¨sucedidos¨, o casos extraordinarios en que la imaginación campesina hacía sus bacas gordas. El fogón es lugar donde se hacen lumbres en la cocina. El gaucho también hizo el fogón fuera de ella cuando el hogar no contaba más que con una habitación, o cuando tuvo que prepararse el mismo la comida en medio del campo, o cuando necesito calentar el agua para tomar mate andando de resereadas. A este fogón lo llamo pampa por el hecho, tal vez, de haberlo aprendido a hacer de los indios que vivieron en la zona. Con el cuchillo extraían un volumen de tierra de forma prismática trapezoidal, cuya base mayor recibía el combustible y la menor el recipiente. Fuera de este pequeño fogón existe la otra variedad que era la que se efectuaba y aún se efectúa dentro de las cocinas en las estancias criollas. Podía ser de dos formas, cuadrada o redonda. Tanto una como la otra consistía en un cuadrado o un círculo de noventa ciento treinta centímetros de diámetro, circunscripto por canillas de yegua o potro semienterrados, una pared de adobe o simplemente una llanta mediana de carro. El interior recibía unos diez centímetros de tierra y luego las cenizas acumuladas sobre ella mantenían los brasas encendidas durante las horas de trabajo y sueño. A su derredor estaban los bancos que mantenían en rueda a los comensales y sus visitas. Sobre el fogón estaba clavada una marca, estropeada o desecha para sus usos corrientes y útil al fin de mantener el candil, la única luz artificial de que disponían sobre el fogón y pendiendo de la campana e la chimenea o de la cumbrera estaba el llar o sea una vara de madera con horqueta hacia arriba o un hierro con ganchos a distintas alturas para colgar de ellos vajillas, y que pudiesen recibir diferentes graduaciones térmicas del fuego. Los fogones ubicados en el centro de las habitaciones podían ser circulares o cuadrados. Chimeneas Se entiende por chimenea el conducto que da salida al humo del hogar. Podemos considerar dos tipos de chimeneas: las que están dentro de la cocina y las que están construidas fuera de ella. En ambos casos no son otra cosa que una especie de embudo muy grande, cuya abertura puesta hacia abajo recibe el humo del fogón para echarlo hacia el exterior. Esta especie de embudo colector se llama campana. La ramada La ramada era una dependencia accesoria. Estaba constituida por un techo de dos aguas o de una sola, y ofrecía un simple reparo contra la lluvia y el sol. Sus paredes, cuando las tenían eran quinchadas, es decir hechas en forma de tabique por medio de ramas, varas de duraznillos, cañas, pajas, etc. Podía estar unida al resto del rancho y entonces alguna pared de éste ser utilizada para aquella, o estar ubicada a diez o quince metros de distancia de la población central y servir de guardia a los perros y gallinas durante la noche. Su nombre genérico indica el material empleado en su construcción y no el número y la diversidad de usos que tuvo. Construcción del rancho El gaucho, para levantar su vivienda, antes que nada trató de encontrar las maderas apropiadas al tipo de construcción. Comenzaba por plantar los horcones en el sitio elegido y a distancia concordante a sus deseos. Después ubicaba la cumbrera, recia, firme y colocada horizontalmente, sin más nivel que su ojo. Efectuado ese arco, solo le faltaba ¨ buscarle la escuadra¨ en lo que sería la planta de la construcción para que su aposento fuese perfectamente rectangular. Encontrado el lugar donde se afianzaría el primer parante con una distancia igual a la habida entre los dos horcones, y otra entre el horcón y el mencionado parante, hallo el sitio del segundo parante. La colocación de las costaneras de efectuaba tomando como referencia la cumbrera, y, dispuestas aquéllas y afianzadas unas a otras por medio de ataduras de alambre o cuero, se procedía a la construcción de las aberturas, que más tarde serian puertas o ventanas, por medio de unos simples travesaños. Colocaba las correas, llamadas por él tijeras a una distancia de 90 a 100 cm. Una de la otra, de manera que ofreciesen una seria resistencia a su techo. Sobre estas, corriendo paralelas a la cumbrera, tendía las empleas hechas con cañas y colocadas a unos 35 cm. Entre si. Las empleas eran atadas por medio de guasquillas, es decir, sujetas por una especie de cinta de cuero de 1 cm y medio de ancho, extraída del pellejo sin depilar de los terneros y de largo de una brazada. Construida ya la armazón del rancho había que colocar entre los palos, uniéndolos entre sí y a una distancia de 30 o 40 cm unas guasquillas más gruesas que las anteriores, sobre las cuales se asentaban los chorizos de paja y barro, sirviendo a la vez de firme entramado a las paredes del rancho. Se ponían bastante ajustadas y tensas, pasando entre parantes y horcones, horizontalmente. Mojinete Se entiende por mojinete el conjunto compuesto por el ángulo de la pared al aproximarse al techo de dos aguas, como el del rancho, por ejemplo, con su cumbrera y la tijera vecina de ésta. El piso El piso de los ranchos fue siempre de tierra. Por lo general, sus constructores lo emparejaban con una capa gruesa de barro espeso entremezclado con una porción de paja picada. También se extendía sobre ella un lienzo de arpillera bien tenso del tamaño total del piso, con las costuras hacia abajo y sujeto con clavos por sus bordes junto a las paredes. Efectuada dicha operación se esperaba a que el barro se hubiese secado perfectamente antes de usarlo. Blanqueo de los ranchos El rancho, por lo general, no fue pintado, pero si alguna vez se le efectuó esta operación se empleó la cal. Para que esta se adhiriese a sus paredes solían prepararla con suero de leche de vaca, o con el jugo extraído de las pencas de tunas trituradas. A veces se les dio color. Los dos más usados fueron el azul y el rojo. Variedades y tipos de ranchos Ranchos con paredes de palo a pique Una de las formas de amparar al rancho de la violencia del viento en sus paredes y tal vez la más apropiada y general en el sur pampeano, fue la de hacerle sus paredes con palos a pique, es decir, con maderas clavadas a la tierra verticalmente y colocadas unas al lado de otras, y revocadas interiormente con barro podrido, que es la forma en que más se adhiere a las superficies a las cuales se le aplica. Se le hacia un revoque fino con una delgada capa de barro y estiércol. Rancho construido con tepes Otras de las formas de construir un rancho rápidamente y para uso provisorio, era la de hacerlo con la tierra propiamente y con muy poca madera, la suficiente para sostener el mojinete reducido a las tijeras, que, enterradas por un extremo, sostenían el resto del material. La escasa altura que podía dársele, dos metros más o menos, estaba compensada con la excavación. Los tepes de césped del tamaño de dos ladrillos corrientes se colocaban unos sobre otros y buscando apoyo en los palos del techo, separando hilada de hilada por manojos de paja de vizcachera. A veces, en lugar de paja de vizcachera se empleaba gramilla, cuyas raíces al pasar de un tepe a otro le daban una extraordinaria resistencia. Ranchos de paredes con tierra apisonada Cuando se verificó la fundación de Buenos Aires, la falta de materiales obligo a los expedicionarios a valerse de todos los medios posibles para hacer sus viviendas. Uno de ellos fue el de levantar paredes y muros de defensa con tierra sola. Más tarde los nativos aprovecharon el mismo sistema para sus construcciones, sobre todo estos últimos que llegaron a tener hasta 80 y más cm de espesor cuando de trataba de ampararse de los ataques de los indios. Para efectuar dichas paredes sólo necesitaban de dos tablones y de 8 o 10 guías que, atadas con sus correspondiente estacas por medio de sogas, mantenían aquellos a expensas de un rebaje hecho en sus extremos. Después se vertía tierra levemente húmeda y a la cual se le agregaba paja, lana, cerda, etc., y se aprisionaba bien hasta poder levantar los tablones sobre la primera camada y efectuar la misma operación hasta terminar la obra.

http://www.relinchando.com/didacticos/Gaucho/Articulos/El_Rancho.htm

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