La economía del bien común es un libro de 150 páginas que se publicó el 16 de agosto de
2010 en la editorial vienesa Deuticke. Los fundamentos teóricos habían sido elaborados en
un libro precedente „Nuevos valores para la economía”, del mismo autor (Deuticke, 2008).
Desde entonces, una veintena de empresarios ha participado en la tarea de desarrollar y
detallar el modelo. Uno de los objetivos de la publicación del libro es escapar de la estéril
dicotomía “lo que no es capitalismo tiene que ser comunismo” y ofrecer una alternativa
sistémica humana. En el apéndice del libro, 70 empresas apoyan el modelo con su firma – lo
cual es una señal de que el modelo no sólo es una hermosa idea utópica, sino que ha
emergido desde la práctica empresarial. Hoy, unas 150 empresas apoyan el modelo y 50 se
han decidido a implementarlo.
1. La economía del bien común reposa sobre los mismos valores que hacen florecer nuestras
relaciones interhumanas: confianza, cooperación, aprecio, co-determinación, solidaridad, y
acción de compartir. (Según recientes investigaciones científicas, las buenas relaciones
interhumanas son uno de los factores que más contribuyen tanto a motivar a los seres
humanos como a hacerlos felices.)
2. En la economía del bien común el marco legal experimenta un giro radical al pasar de estar
orientado según los principios de competencia y avidez de lucro a los de cooperación y
solidaridad. El significado del éxito empresarial cambia de beneficio financiero a
contribución al bien común.
3. El bien común será definido en una asamblea democráticamente elegida y anclada en la
constitución. Un nuevo balance principal mide el bien común: el balance del bien común. El
balance del bien común se compone de criterios „duros“ (= medibles) en lo que concierne a
los siguientes valores universales: diginidad humana, responsabilidad social, sostenibilidad
ecológica, codeterminación democrática, y solidaridad con todos los “grupos involucrados”
en la actividad de la empresa.
4. El balance financiero será el balance secundario. El capital deja de ser el fin de la actividad
empresarial para convertirse en un medio. Meramente sirve para lograr el fin empresarial que
es el bien común. Parte del bien común son los ingresos de todas las personas que trabajan en
las empresas, que pueden aumentar hasta un máximo de 20 veces el salario mínimo legal.
5. El balance del bien común mide rendimientos sociales, ecológicos, democrátios y de
justicia distributiva voluntarios. Las empresas con los mejores balances disfrutan de
incentivos y ventajas legales que les permiten cubrir sus costes mayores y ofrecer los
productos éticos a precios inferiores que los no éticos: tasas de impuestos reducidas, créditos
con interés reducido, prioridad en la compra púbica y programas de investigación, ...
6. El beneficio financiero, antes el fin de la actividad empresarial, se convierte ahora en un
medio del neuvo fin: el bien común. Eso significa que sólo serán permitidas aquellas
aplicaciones del beneficio financiero que aumenten el bien común: inversiones (con plusvalía
social y ecológica), repago de créditos, reservas (limitadas), distribución a los que crean la
plusvalía (máximo: 20 veces el salario mínimo) y créditos sin interés a co-empresas; mientras
que las aplicaciones que reduzcan el bien común ya no serán legales: inversiones en los
mercados financieros, adquisiciones hostiles, distribución a personas que no trabajan en la
empresa, donaciones a partidos políticos.
7. Como el beneficio financiero ya no es un fin en sí mismo, las empresas recuperan la
libertad de aspirar a su tamaño óptimo. Ya no tienen que temer que otras empresas se las
“traguen” y ya no les estará permitido tragarse a otras empresas; no necesitarán tener que
crecer para ser más lucrativas, poderosas o fuertes que l@s competidor@s. Todas las
empresas serán redimidas de la coerción estructural de tener que crecer y devorarse
mutuamente.
8. Las desigualdades en las rentas y en la propiedad serán limitadas: la renta máxima no
puede ser más de 20 veces la renta mínima; la propiedad privada no puede exceder 10
millones de euros; el derecho heredetario se limita a medio millón de euros por persona, en el
caso de empresas familiares a diez millones de euros por persona. Herencias que excedan
estos límites serán distribuidas como “dote democrática” a miembros de la generación
siguiente. El objetivo de la “herencia máxima” y “herencia mínima”: Cuanto más justamente
distribuido esté el capital inicial tanto mayor será la igualdad de oportunidades.
9. Empresas grandes con más de 250 empleados pasan parcialmente a la propiedad de l@s
emplead@s y l@s ciudadan@s; empresas con más de 5.000 emplead@s al cien por cien. L@s
ciudadan@s serán representad@s por delegad@s directamente elegid@s en „parlamentos
económicos regionales”. El gobierno no puede intervenir ni tiene propiedad en esas
empresas.
10. El gobierno tampoco puede tocar los „bienes democráticos“, la tercera categoría de
propiedad aparte de la gran mayoría de pymes privadas y unas cuantas grandes empresas de
propiedad mixta. Bienes democráticos pueden ser: escuelas, universidades, hospitales,
empresas de abastecimiento de agua y energía, telecomunicación, transporte público o bancas:
la infraestructura básica.
11. Un bien democrático clave es „el banco democrático“. Este banco sirve – como todas las
empresas – al bien común y está controlado como todos los bienes democráticos por la
ciudadanía soberana y no por el Gobierno. Su servicio consiste en depósitos garantizados,
créditos de interés reducido y cuentas corrientes gratuitas. Los mercados financieros tal y
como se presentan hoy ya no existirán.
12. La democracia representativa será complementada por la democracia directa y la
participativa. El pueblo soberano tiene el derecho a a) corregir a sus representantes (el
parlamento), b) iniciar y adoptar leyes, c) iniciar y adoptar un cambio de la Constitución, y d)
controlar áreas claves de la economía como los bienes democráticos.
13. Aparte de la asamblea económica [del bien común] habrá otras convenciones para
profundizar la democracia: convención para la educación, una convención para la
democratización de los medios de comunicación, y una convención para la creación de bienes
democráticos.
14. Para anclar los valores de la economía del bien común en las generaciones futuras tan
profundamente como hoy está arraigada en la generación actual la visión del ser humano
socialdarwinista y capitalista, propongo cinco nuevas asignaturas obligatorias:
emocionología, ética, comunicación, educación democrática y experiencia de la
naturaleza.
15. Como la noción de „éxito empresarial“ será diferente en la economía del bien común,
otras competencias de gestión serán las más solicitadas. Las personas más responsables,
sociables, empáticas y capaces de atender al bien de tod@s y de la comunidad ecológica,
serán l@s modelos apreciad@s por la sociedad y las más buscadas por las empresas.
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